Publicado en Revista Académica de Relaciones Internacionales, Núm. 2 Junio 2005, UAM-AEDRI ISSN 1699 – 3950
Género en la agenda internacional del desarrollo
Un enfoque de derechos humanos
Irene López*
1. Género en clave de evolución ética y política del desarrollo
Si revisamos el proceso histórico de inclusión de los aspectos de género en la Agenda del Desarrollo y la Cooperación Internacional, podemos constatar un importante progreso, al menos en la retórica política, que ha permitido considerar la igualdad entre mujeres y hombres como objetivo y estrategia de desarrollo, así como parte integral de los derechos humanos fundamentales.
La desigualdad entre hombres y mujeres ha formado parte de la Agenda Internacional desde los años setenta1. No olvidemos que ésta fue declarada como la primera década de Naciones Unidas para la Mujer, y que ha habido cuatro Conferencias Internacionales de la Mujer: la primera en 1975, en la Ciudad de México con el lema "Igualdad, Desarrollo y Paz"; la segunda, en Copenhague en 1980; la tercera, en Nairobi en 1985 y, la cuarta, en Beijing en 1995 donde se celebró la Conferencia más significativa. En ella se resumió toda la actividad realizada a lo largo de cinco décadas y cuyas revisiones se han producido en el año 2000 (Beijing +5) y en el 2005 (Beijing+10), coincidiendo con la primera revisión de la Declaración del Milenio. Constituye, por tanto, la Conferencia de Beijing, su Declaración y la Plataforma para la Acción en ella adoptada el referente de política internacional general más importante respecto a la agenda de género en el desarrollo y la cooperación internacional.
Fue en los noventa cuando se produjo el avance definitivo para la conceptualización del término "género" y su relación con el desarrollo y, por ende, con las prioridades de la Cooperación Internacional. Ello ha venido de la mano de las Conferencias de desarrollo de esa década y, en especial, de la Conferencia de Beijing que
1 La intervención de Naciones Unidas se inicia en 1946 con la creación de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, pero es sobre todo a partir de 1972 cuando asume un papel activo en este sentido, al recibir la propuesta de una organización finlandesa para declarar un año internacional de la mujer que se concreta en 1975.
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resume y condensa el esfuerzo de las conferencias anteriores, tanto las de la Mujer, como las de Desarrollo. La evolución, por tanto, va de la mano de una doble aproximación: las Conferencias "específicas" de la mujer (mencionadas en el párrafo anterior), y las Conferencias de desarrollo de los noventa, todas ellas conscientes de la importancia de la igualdad en cada una de las temáticas y sectores fundamentales de desarrollo.
GÉNERO EN LAS CONFERENCIAS DE DESARROLLO DE LOS NOVENTA
Conferencia Mundial sobre Educación para Todos (Jomtien 1990-Dakar 2000). Recoge entre sus objetivos la eliminación de todas las disparidades entre los sexos en la enseñanza primaria y secundaria para el año 2015, asegurando a las niñas el acceso equitativo y sin restricciones a una educación de calidad
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, 1992). Reconoce el papel esencial de las mujeres en la preservación y gestión de los recursos naturales y el estrecho vínculo entre pobreza, género y medio ambiente.
Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos (Viena, 1993). La violencia contra la mujer y otras cuestiones relativas a los derechos humanos de la mujer se incorporan a la agenda y a las actividades globales de Naciones Unidas en materia de derechos humanos. En esta Conferencia se produce un cambio fundamental en la teoría de los Derechos Humanos cuando, por iniciativa de las mujeres, se acepta que los derechos humanos pueden ejercitarse o, por el contrario violarse, tanto en el ámbito público como en el privado. Además, por primera vez, actos ocurridos en el espacio privado pueden originar responsabilidad estatal.
Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994). El empoderamiento de las mujeres es considerado como parte integrante del desarrollo y se reconocen los derechos sexuales y
reproductivos2 de las mujeres y de los hombres. El reconocimiento de los derechos que se disfrutan o se niegan en el interior del hogar, va ocupando cada vez más espacio en la concepción de los derechos humanos.
Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social (Copenhague, 1995). Se adopta el compromiso de asegurar la plena igualdad entre mujeres y hombres.
2 Los derechos sexuales y reproductivos son definidos por primera vez en esta Conferencia como una de las condiciones fundamentales de la igualdad de género. Incluyen: el derecho del individuo a la integridad de su cuerpo y la seguridad de su persona; los derechos de las parejas e individuos a decidir sobre la cantidad y espaciamiento de sus hijos y tener acceso a la información, educación y medios necesarios para lograrlo; el derecho a lograr el más alto nivel de salud sexual y reproductiva y el derecho a tomar decisiones relativas a la reproducción libre de discriminación, coerción y violencia.
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Cumbre del Milenio. Se establecen objetivos concretos y mensurables en equidad de género, en relación a la educación y a la salud materna, además de un objetivo específico (3) sobre la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
¿Qué ha hecho posible estos avances? Muchos factores de diversa índole pueden explicar esta evolución. Algunos de los más importantes tienen que ver con la propia evolución en la concepción de lo que se entienda por desarrollo y su relación con los derechos humanos, de la que el concepto de desarrollo humano3 es uno de sus principales exponentes. Y, por supuesto, tales avances no hubieran sido posibles sin la lucha de los movimientos internacionales de mujeres y los grupos e instituciones que les han venido apoyando4.
En definitiva, creemos que la igualdad de género se ha instalado en la agenda del desarrollo en la medida en que ésta se ha "politizado" incluyendo las libertades y la dignidad básica del ser humano, el derecho a la igualdad y a la no discriminación y, en definitiva, los derechos humanos como parte constitutiva del propio concepto de desarrollo. La "humanización" del desarrollo ha traído consigo, de forma inevitable, su "feminización". Y el aliado de este avance ha sido, sin duda, el concepto de género. Desde esta comprensión, la lectura de los objetivos de desarrollo del milenio cobra su sentido cabal, no de manera autónoma, sino precisamente en el marco de los derechos humanos y la igualdad de género, recogidos fundamentalmente en la CEDAW (Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres, de 1979), como instrumento jurídico de los derechos de las mujeres en el Derecho Internacional, y la Declaración y Plataforma para la Acción de Beijing, al que nos hemos referido supra. Cualquier distanciamiento o falta de consideración de estos precedentes supondrá una pérdida en la virtualidad de cualquier objetivo, estrategia de
3 Los modelos de desarrollo centrados en el crecimiento económico por encima de cualquier otro tipo de consideraciones se han llevado muy mal con los pobres, los marginados y los discriminados del universo. De ahí que en los años setenta se pusiera en marcha la revisión de las prioridades del desarrollo, reorientando el énfasis hacia las necesidades básicas; y que los programas de ajuste tuvieran rostro humano o que el crecimiento buscara producirse con equidad. Sólo cuando el desarrollo ha dejado de centrarse en las cosas y se ha pretendido centrar en las personas, ha sido posible comenzar a abordar las cuestiones de género. Y es que género sólo se lleva bien con esa concepción del desarrollo que promueve el desarrollo humano sostenible y que impulsa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, desde su primer informe allá, en el año 1990, introduciendo el concepto por primera vez y un índice que intenta medirlo: el índice de desarrollo humano. Ver: www.undp.org.
4 Como afirma HERNÁNDEZ, Itziar, las Conferencias mundiales son "apenas la punta del iceberg... El trabajo fundamental se produce entre bastidores, en numerosos comités regionales e internacionales, en los encuentros preparatorios sobre problemáticas globales y en la actividad de los organismos internacionales: UNESCO; UNICEF; PNUD; ACNUR... (...). En todo momento se vincula la acción institucional de Naciones Unidas con la actividad de las organizaciones feministas y de mujeres a nivel internacional...". En: Igualdad, desarrollo y paz. Luces y sombras de la acción internacional por los derechos de las mujeres. Cuadernos de Trabajo nº 17 Hegoa, 1996.
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desarrollo o indicador que pretenda promover una mayor equidad de género en el desarrollo.
Sin embargo, conviene advertir que los avances en igualdad de oportunidades en el ámbito de la cooperación internacional siempre han mostrado un cierto grado de precariedad y vulnerabilidad, en la medida en que han sido siempre el resultado ajustado de una visión progresista y basada en el feminismo, el movimiento de mujeres y los movimientos afines, contraria a la sostenida por los fundamentalismos católicos e islámicos, que basan su doctrina en el sometimiento de las mujeres y la postergación de la igualdad de derechos y oportunidades para las personas de sexo femenino - aspecto que quedó especialmente reflejado en los debates surgidos en torno al "proceso de Beijing".
OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO
Desarrollo:
cuestión de derechos humanos
IGUALDAD DE GÉNERO:
CUESTIÓN DE DESARROLLO
Igualdad de género:
cuestión de derechos humanos
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Las dificultades del avance para la equidad de género parecen ser dobles: las de naturaleza económica que cuestionan el modelo del desarrollo humano (políticas neoliberales basadas en el crecimiento económico y el ajuste del gasto público), a las que se suman, además, las provenientes del modelo patriarcal del desarrollo y representadas por las ideologías integristas y fundamentalistas - basadas en un paradójico concepto del derecho a la propia cultura, a las tradiciones y a la diversidad, frente al invasor imperialista. Tal modelo cultural excluye, en base a consideraciones supuestamente legítimas5, un tipo concreto de libertad e igualdad: la de género. Así, los derechos humanos de las mujeres encontrarán oposición no sólo en la corriente principal del desarrollo, sino en su oponente, con el riesgo de que tanto unos como otros se apropien sus progresos.
Baste adelantar que el concepto de género se alza frente a las explicaciones naturalistas de las discriminaciones de género. Simone de Bauvoir es su principal precursora cuando su libro El segundo sexo, publicado en 1949, afirma que "la mujer no nace, se hace". Tal como lo conocemos hoy, el término "género" lo propondrá Kate Millet6 más adelante, en los setenta, como concepto central de la teoría feminista para una nueva interpretación de la realidad que opone Historia a inmutabilidad y cultura a naturaleza.
Valcárcel explica muy bien la oportunidad liberadora que se desprende de la propuesta de género: la discriminación contra las mujeres ha tenido una justificación histórica basada en diferencias consideradas naturales e inmutables. Durante el siglo pasado, los filósofos, científicos y médicos se encargaron de dar forma al andamiaje conceptual que constituyó el esencialismo en la explicación de las diferencias femeninas. La mujer, de racionalidad imperfecta, moral inferior, ser ligado a la naturaleza por su rol reproductivo, ser de complexión débil y salud quebradiza era, por estos motivos - todos ellos comunes a todas las mujeres genéricos y esenciales -, un ser diferente, necesitado de tutela y protección, vulnerable y sometido, incapaz de ser sujeto de derechos y portador de la palabra7. El desarrollo humano no incorporará a las mujeres no sólo
5 Este tema suscita siempre la polémica. Llama la atención la dificultad para comprender que los derechos de las mujeres no pueden estar sujetos a una determinada interpretación cultural, mientras los de los hombres no parecen cuestionarse en base a una supuesta diferencia. La "contaminación cultural" parece permitirse en mayor medida para unos que para otras, tanto en el contexto de las culturas indígenas, como en países islámicos. La preservación cultural parece recaer exclusivamente sobre las mujeres o sobre grupos (castas) de menor influencia dentro de las comunidades. Creer que la cultura y la definición de la propia cultura está exenta de interpretaciones y de intereses es la falacia que contribuye a mantener oprimidos los grupos con menores poderes y derechos en ese contexto cultural.
6 MILLET, K. Sexual Politics. Virago, Londres, 1977.
7 La política de las mujeres. Colección feminismos, Cátedra, Madrid, 1997.
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porque no sea prioritario en la agenda internacional, sino también, en la medida en que éstas no formen parte de la humanidad.
Y a pesar de los avances en la formulación de la agenda política de género en el desarrollo, el reto se sigue centrando hoy día en la aplicación de la perspectiva de género en la práctica del desarrollo y la Cooperación Internacional.
¿Por qué se dan estas dificultades? ¿Qué significa aplicar una perspectiva de género? En primer lugar, las propuestas de género en el desarrollo no prejuzgan los roles que mujeres y varones hayan de desempeñar en sus comunidades y pone el énfasis en la equidad de género como un derecho humano fundamental. En segundo lugar, comprende que género es sobre todo una construcción sociocultural y un proceso; es decir, es aquella dimensión identitaria que diferencia social, económica y políticamente a mujeres y varones, y produce desigualdades e injusticias para la participación de todas las personas en los procesos de desarrollo. Y, desde ese momento, el nuevo enfoque de género comporta un sentido ético y político: el derecho a cambiar, el derecho a revertir las desigualdades, el derecho a promover un desarrollo humano equitativo también en términos de género. Ello implica el cuestionamiento de relaciones sociales e instituciones establecidas y arraigadas históricamente, implica cuestionar tradiciones y sentimientos identitarios y, sobre todo, implica una nueva comprensión del poder, menos en términos de dominio y opresión y más en términos de empoderamiento o desarrollo de la autoconfianza y capacidad de influir en el entorno que nos toca vivir.
A continuación pretendemos subrayar el valor las principales aportaciones y avances de género en el derecho y la política internacional que, desde nuestra perspectiva, constituyen la CEDAW y la Conferencia de Beijing como paso previo necesario para comprender el sentido y la crítica necesaria de los Objetivos del Milenio en clave de género.
Creemos que es importante dar a conocer y utilizar en mayor medida tales textos y los procesos que los generaron; sobre todo frente a la tendencia a vaciar de contenido jurídico y político los objetivos operativos y la práctica de la cooperación y el desarrollo internacional. Desde nuestra perspectiva, una visión constructiva de los avances en género implica profundizar en la complementariedad entre los instrumentos de igualdad de género con fundamento en los derechos humanos y los objetivos de desarrollo del
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milenio (ODM), que constituyen ahora el principal arrastre de voluntades en la política internacional del desarrollo y la cooperación internacional de cara a la próxima década.
Precisamente, en septiembre de 2005 se llevará a cabo la primera revisión de los ODM, constituyendo ésta una excelente ocasión para profundizar en su sentido a la luz de los principales instrumentos de igualdad de género mencionados, de manera que no pierdan su sustancia, su norte, ni su legitimación respecto a los distinto actores del proceso y, en especial, de cara a la sociedad civil y la participación del movimiento de mujeres a nivel internacional.
No pueden desdeñarse los avances, los esfuerzos realizados, ni los compromisos asumidos a lo largo de las décadas anteriores; ni será técnicamente posible conseguir los ODM sin poner en práctica, por ejemplo, las estrategias de empoderamiento y mainstreaming de género adoptadas en la Conferencia de Beijing de 1995.
En definitiva, se trata de una cuestión de derechos humanos fundamentales. Sería lamentable perder la ocasión para fortalecer su cumplimiento a través de los ODM, comprendidos como un instrumento concreto (y necesariamente parcial) a su servicio, y no como un proceso autónomo, ni sustantivo, al servicio de una visión neoliberal y, o, patriarcal, del desarrollo.
2. Derechos humanos de las mujeres: la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW)
La CEDAW, en sus siglas en inglés, correspondientes a "Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres" constituye el instrumento jurídico de mayor relevancia sobre los derechos humanos de las mujeres en el momento actual8.
La Convención es de gran importancia, tanto por el abanico de derechos que reconoce (civiles, políticos, sociales y culturales), como por su carácter vinculante (los estados que la ratifican se obligan a cumplirla). Fue adoptada en 1979 y entró en vigor en 1981. En 1996, la habían ratificado 150 países, lo que representaba más de 2/3 de todos los miembros de Naciones Unidas. En octubre de 2004 los estados llegaban a 179.
8 Sobre los llamados "derechos humanos de las mujeres" ver: Cook, Rebecca. Derechos humanos de la mujer. Perspectivas nacionales e internacionales. Ed. Profamilia, Bogotá, Colombia, 1997. Ver también. López, Irene. "La dimensión de género de los derechos humanos y la cooperación internacional". En: López, I. y Alcalde, A. Relaciones de género y desarrollo. Hacia la equidad de la cooperación. IUDC-UCM, La Catarata, Madrid 1999.
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Su ámbito de aplicación material busca la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres, englobando y ampliando, en un único tratado internacional, las disposiciones que sobre discriminación por razón de sexo contenían los anteriores Convenios y Resoluciones de Naciones Unidas, con el fin de crear una herramienta más útil y eficaz. De este modo, recoge y amplía los derechos que de forma dispersa se habían ido consagrando en los anteriores instrumentos de derecho internacional contra la discriminación de las mujeres. Incluye los aspectos de igualdad en: educación, empleo, salud, participación política, toma de decisiones, relaciones matrimoniales y familiares, mujeres rurales e igualdad de hombres y mujeres ante la ley. Sin embargo, y ello ha venido a cubrirse con la Declaración de 1993, no se refería al problema de la violencia contra las mujeres.
Instrumentos sobre igualdad de género y derechos de las mujeres en el Derecho Internacional
Carta de las Naciones Unidas (1945)
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948)
Convención sobre Supresión del Tráfico Ilegal de Personas y Explotación de la Prostitución (1949)
Convención sobre Igual Remuneración por Igual Trabajo (OIT) (1951)
Convención sobre Derechos Políticos de la Mujer (1952)
Convención sobre nacionalidad de las Mujeres Casadas (1957)
Convención sobre discriminación en relación al empleo y la ocupación (1958)
Convención sobre la discriminación en la educación (1960)
Convención sobre necesidad de consentimiento y edad mínima para matrimonio (1962)
Declaración sobre protección de las mujeres y niños en caso de emergencia y conflicto armado (1974)
Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW – 1979)
Convención sobre al Igualdad de Oportunidades y de Tratamiento entre Trabajadoras y Trabajadores: Trabajadoras/es con responsabilidades familiares (OIT) (1981)
Convención contra la Tortura, Castigos o Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes (1985)
Declaración sobre Violencia contra las Mujeres (1993)
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La Convención ofrece una explicación detallada del significado de la discriminación que prohíbe. La amplia definición que incluye la CEDAW, comporta tanto la igualdad de oportunidades (igualdad formal) como la igualdad de resultados (igualdad de facto), tal como se desprende de la medida de la igualdad establecida en su art. 1: A los efectos de la presente Convención, la expresión "discriminación contra la mujer" denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.
Además, el art. 2, relativo a las obligaciones de los estados miembros, en su letra e) hace un llamamiento a los estados para que tomen "todas las medidas adecuadas con el fin de eliminar la discriminación por parte de cualquier persona, organización o empresa"; lo cual incluye tanto las violaciones de los derechos reconocidos en el ámbito público como privado. Sin embargo, se ha criticado que la discriminación que prohíbe está basada en un punto de vista de la igualdad centrado en lo masculino. Lo refleja tácitamente el enfoque de la Convención sobre la vida pública, la economía, el derecho, la educación, y su muy limitado reconocimiento de que la opresión en la esfera privada, la de los mundos doméstico y de la familia, es donde se producen específicamente los problemas de desigualdad de las mujeres9.
Estas limitaciones se han soslayado en la evolución y el reforzamiento del ámbito de aplicación de la Convención10 que ha supuesto la Conferencia de Derechos Humanos de Viena de 1993; donde se apoyaba la aprobación del protocolo facultativo a la Convención para el recurso individual y en el párrafo 18 de la Declaración de Viena se sostiene que los derechos de la mujer y la niña forman parte inalienable e indivisible de los derechos humanos universales. En Diciembre de 1993, siguiendo las conclusiones de la Conferencia de Viena y la Recomendación General 19 del Comité, se aprobó la Declaración sobre Violencia contra la Mujer11.
9 Charlesworth, Hilary. ¿Qué son los "derechos humanos internacionales de la mujer"?. Capítulo 3 de Cook, Rebecca. Derechos humanos de la mujer. Perspectivas nacionales e internacionales. Ed. Profamilia, Bogotá, Colombia, 1997.
10 BUSTELO, Carlota. "Progresos y obstáculos en la aplicación de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer" (pp. 31-55). En: Mariño Menéndez, Fernando (ed.). La protección internacional de los derechos de la mujer tras la Conferencia de Pekín de 1995.Universidad Carlos III. Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1996.
11 Resolución de la A.G. 48/104, de 20 de diciembre de 1993.
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La CEDAW constituye, y así ha sido constatado en la Declaración de Pekín y en la Declaración del Milenio (incluso), un instrumento que todo miembro de Naciones Unidas habría de ratificar sin reservas y el espejo donde han de contrastarse todas las acciones u omisiones de los estados que pretendan respetar los derechos humanos de las mujeres. Por todo ello, hay que darlo a conocer en mayor medida y trabajar para que se aplique y cumpla en toda su virtualidad. La campaña que se está llevando a cabo sobre los Objetivos del Milenio podría incluirla en sus mensajes.
En cuanto a los mecanismos de seguimiento y aplicación, hay que denunciar que la Convención de la Mujer (CEDAW) es el instrumento internacional de derechos humanos sobre el que se han formulado mayor cantidad de reservas formales. En 1996, 46 estados tenían formuladas reservas a la Convención, sin que posteriormente las hayan retirado. Lo más grave es que buena parte de esas reservas se refieren a aspectos sustantivos de los derechos reconocidos, lo que desvirtúa la ratificación de la Convención e implica una incompatibilidad con sus propios fines.
No hay sanciones previstas para el incumplimiento de la Convención. Los estados asumen la obligación de emitir informes sobre la situación de cumplimiento de los derechos humanos de las mujeres en sus respectivos territorios; informes que son evaluados por un Comité de Expertas. En ellos se explican las medidas de toda índole (políticas, judiciales, administrativas) adoptadas para garantizar los derechos de las mujeres de acuerdo con la Convención. Han de enviarse en el año siguiente a la ratificación y, posteriormente, cada cuatro años. También pueden solicitarse informes con carácter extraordinario. A pesar de la influencia que ha tenido la obligación de elaborar estos informes y las evaluaciones del Comité, la limitación más importante es que éste puede declarar el incumplimiento de la Convención pero no tiene facultades para exigir su cumplimiento12.
Sin embargo, hay que destacar que los exámenes de los informes periódicos nacionales se han convertido cada vez en más rigurosos y, además, se han establecido muy valiosos puntos de referencia para la aplicación de artículos específicos que pueden consultarse en las "Recomendaciones Generales" de la CEDAW13.
12 Con mucha más profundidad se analiza este tema en el artículo de Carlota Bustelo, como miembro de la CEDAW, Op. cit.
13 Pueden consultarse en: www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/recommendations
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Desde hace varios años se venía trabajando en la adopción de un Protocolo facultativo que finalmente entró en vigor el 22 de diciembre del 2000, que resulta de gran importancia en la mejora de las vías para hacer efectiva esta Convención. La propuesta consiste básicamente en que, como ocurre con otros instrumentos internacionales de derechos humanos, se puedan presentar denuncias individuales o de grupos de mujeres directamente - eso sí, habiendo agotado los recursos de protección judicial nacionales - por violaciones concretas de un estado miembro a los derechos de las mujeres contenidos en la Convención. El Comité también puede promover de oficio demandas sobre violaciones graves o sistemáticas a la Convención. En enero de 2005 sólo habían firmado 76 estados y 71 habían ratificado el Protocolo.
3. Género en la Agenda de Desarrollo de los noventa: la Conferencia de Beijing
Hay que decir que, si bien no tiene naturaleza jurídica, la Plataforma para la Acción, adoptada en la Conferencia de Beijing de 1995, tiene una importancia política de primer orden, tanto por el proceso político que dio lugar a ella como por el nivel de concreción y desarrollo que alcanzaron los conceptos, objetivos y estrategias para llevarlo a cabo. Hoy se considera un documento y un hito histórico sobre la política internacional de género; constituye el logro más importante del movimiento de mujeres en la cooperación internacional desde sus orígenes.
El proceso de Beijing fue el foro más amplio e intenso en el que se reflejaron las diversas posturas e ideologías sobre el papel y los derechos de mujeres y hombres en la sociedad y el desarrollo. Algunas de las reivindicaciones quedaron fuera de los compromisos asumidos por los gobiernos (por ejemplo, el término "derechos sexuales" no pudo incluirse en la Plataforma para la Acción), pero muchas otras –con importantísimas resistencias en los trabajos preparatorios - fueron finalmente aceptadas. Por ejemplo, el concepto de género, con toda la carga ideológica de cambio que comportaba.
El proceso preparatorio fue un revulsivo importante para la movilización de mujeres de los distintos continentes. Se realizaron plataformas regionales preparatorias en América Latina, Asia y África, así como de los llamados países occidentales. Especialmente notable fue la preocupación de las mujeres pertenecientes a organizaciones no gubernamentales africanas y latinoamericanas. En ambos continentes,
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la preparación de la Conferencia funcionó como un detonador para la movilización de miles de mujeres que veían en ella una esperanza para mejorar su situación. En el caso de África, además, era la primera vez que tal movilización alcanzaba un carácter masivo, y había sido considerada como un auténtico despertar de las africanas que desbordaba a las elites que llevan años en la defensa de los derechos de las mujeres, y llegaba a capas sociales nunca movilizadas anteriormente.
La Conferencia de Beijing fue uno de los eventos de más amplia participación organizado por Naciones Unidas: 30.000 personas en el foro de Organizaciones No Gubernamentales y 5.000 en las delegaciones oficiales. Además, entre los negociadores había muchas más mujeres que en Nairobi. En la Tercera Conferencia Mundial de la Mujer de Nairobi (1989), el número de mujeres en las delegaciones oficiales era del 40%, mientras que en Beijing fue de un 80%.
Es importante resaltar que el resultado del proceso fue un consenso a nivel global, planetario, sobre los principales problemas de las desigualdades de género y ello a pesar de la diversidad de realidades a abordar: mujeres del Norte y del Sur, diferencias étnicas, de edad, por nivel de pobreza; además de la diversidad de enfoques ideológicos, en ocasiones, fuertemente enfrentados.
Así, la Conferencia de Beijing puso de manifiesto un vastísimo acuerdo entre una gran mayoría de mujeres para reivindicar de forma decidida la consecución de la igualdad, entendida como fin de la marginación y la segregación histórica de que las mujeres han sido objeto en las sociedades patriarcales. En definitiva, la Conferencia de Beijing fue una demostración de la capacidad de las mujeres para hablar por sí mimas y hacer oír su voz, identificar intereses comunes de género e integrar las diferencias en un proyecto común de mejora de su posición y su condición en sus respectivas sociedades. Y tal acuerdo de los movimientos de mujeres implicó además un consenso, un marco común de actuación en el nivel institucional, referente de todos los países en desarrollo y desarrollados que participaron.
Durante los trabajos preparatorios de la Conferencia se hicieron manifiestos importantes enfrentamientos ideológicos entre las reivindicaciones feministas y posturas conservadoras y fundamentalistas que defendían mantener el statu quo de las relaciones
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de género de los sistemas patriarcales14 tradicionales. Algunos de los temas más polémicos fueron: el término "género", la contraposición entre "igualdad" y "dignidad", la utilización del término familia o "familias", el debate sobre el respeto a la "especificidad cultural" y, probablemente, el debate más difícil fue (y sigue siendo hoy) el tema del control de las mujeres sobre su sexualidad y los derechos humanos (incluidos los derechos sexuales y reproductivos).
En cuanto al término género, como sabemos, se convirtió en un símbolo, en un término característico de los análisis y reivindicaciones feministas de los años ochenta en el mundo occidental. La cuestión de fondo que involucra es la del papel de las mujeres en la sociedad, que en el caso de las posturas más conservadoras excluye la posibilidad de elección sobre la propia vida - la mayor parte de los comportamientos y actitudes de las mujeres se derivan de los modelos sociales que les han sido impuestos -y la aceptación del destino reproductor inscrito en la biología.
Sin embargo, género implica comprender de manera separada el destino biológico y el destino social, es decir que el cuerpo de las mujeres y su papel en la reproducción humana no debe determinar lo que éstas hagan con su vida; lucha contra el determinismo biológico, contra la sumisión a lo que se ha presentado como ineluctable. No se admite que los individuos tengan un destino trazado al que hay que someterse. Cada persona es responsable de su vida y, por tanto, no tiene sentido apelar a la resignación para mantener una forma de vida que no se ha elegido15.
Aceptar la distinción entre sexo y género equivale por lo tanto a aceptar la contingencia de los roles atribuidos tradicionalmente a cada uno de los sexos, y tener una base sólida sobre la que poder replantear su continuidad. Aparece así la razón por la que la inclusión del término "género" se convirtió en un asunto clave, dado que descalifica la visión esencialista de las mujeres y permite pensar en cambios de actitudes. Finalmente los países que se oponían quedaron en minoría.
14 El patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de lo femenino. Es asimismo un orden de dominio de unos hombres sobre otros y de enajenación entre las mujeres.. El patriarcado, por tanto, es el sistema socio-cultural que perpetúa las desigualdades en perjuicio de las mujeres y de determinados hombres que no responden a sus designios. (Marcela Lagarde. Género y Feminismo. Ed. Horas y horas, Madrid, 1996, p. 52)
15 SUBIRATS, Marina. "Cuando lo personal es político y es política". En: Mariño Menéndez, Fernando (ed.). La protección internacional de los derechos de la mujer tras la Conferencia de Pekín de 1995.Universidad Carlos III. Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1996, pp. 31-56.
Op. cit.
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Por otro lado, hubo una importante discusión que contraponía los términos "igualdad" y "dignidad, en lugar de plantear su complementariedad. Mediante el término dignidad se pretendía mantener a las mujeres en el desempeño de sus roles tradicionales, distintos a los de los hombres. Ambos roles sociales pueden ser "iguales" en la medida en que sean iguales en "dignidad", pero ello no supone que sean roles intercambiables, sino que cada sexo debe seguir manteniendo aquellos roles que se considera le son propios.
Apenas hubo dificultades para los temas relativos al acceso a recursos y responsabilidades (trabajo remunerado, recursos económicos, acceso a la toma de decisiones), salvo en algunos casos relativos a una determinada lectura del Corán, en lo que se refiere a la imposibilidad de igualdad de derechos de hombres y mujeres en lo concerniente a la herencia, por ejemplo. Tampoco hubo muchas dificultades respecto a la educación, la lucha contra la violencia, los conflictos armados, entre otros temas centrales.
Como principales aportaciones de la Conferencia de Beijing, reflejadas en la Declaración y la Plataforma para la Acción, podemos destacar que refleja la cada vez más extendida y consciente preocupación en el mundo por los problemas de las desigualdades de género y la necesidad de abordarlos con estrategias globales, afirmando que: "el empoderamiento de las mujeres y la igualdad entre las mujeres y los hombres son condiciones indispensables para lograr la seguridad política, social, económica, cultural y ecológica entre todos los pueblos"16.
La Declaración concreta los compromisos básicos de los gobiernos a lo largo de sus 38 párrafos y lo fundamental de la Plataforma para la Acción: los mínimos irrenunciables. Consolida lo acordado en anteriores Convenciones de Naciones Unidas y consigue visibilizar y situar en la Agenda Política Internacional muchos asuntos que nunca antes habían sido abordados, haciendo énfasis en los problemas de las desigualdades de género, sus causas estructurales y posibles vías de solución, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo.
La Plataforma para la Acción es un amplio documento programático, encaminado a crear las condiciones necesarias para el empoderamiento de las mujeres en la sociedad. Tiene por objeto eliminar todos los obstáculos que dificultan la participación activa de las
16 Epígrafe 13
http://www.relacionesinternacionales.info 14 Revista Académica de Relaciones Internacionales, Núm. 2 Junio 2005, UAM-AEDRI ISSN 1699 – 3950
mujeres en todas las esferas de la vida pública y privada, mediante una participación plena y en pie de igualdad en el proceso de toma de decisiones en las esferas económica, social, cultural y política. Esto supone que mujeres y hombres deben compartir el poder y las responsabilidades en el hogar, en el lugar de trabajo y, a nivel más amplio, en la comunidad nacional e internacional. La igualdad entre mujeres y hombres es una cuestión de derechos humanos y constituye una condición para el logro de la justicia social; además de ser un requisito previo, necesario y fundamental para la igualdad, el desarrollo y la paz.
En cuanto a la estructura y contenidos de la Plataforma, contiene una descripción de los problemas más relevantes de las desigualdades de género, de los obstáculos que impiden el avance de las mujeres, el origen y las causas, los objetivos para mejorar la condición y posición de las mujeres y las medidas para conseguirlo, de acuerdo con el siguiente esquema17.
Cap. 1
Declaración de Objetivos
Cap. 2
Contexto mundial
Cap. 3
Áreas de especial interés
Cap. 4
Áreas: Pobreza, Educación, Salud, Violencia, Conflictos Armados, Economía, Poder y Toma de Decisiones, Mecanismos para la Igualdad, Derechos Humanos, Medios de Comunicación, Medio Ambiente, Los Derechos de las Niñas.
Cap. 5
Disposiciones institucionales
Cap. 6
Disposiciones financieras
lunes, 12 de enero de 2009
Feminismo e islamismo en Egipto: en busca de nuevos paradigmas
La multiplicidad de islamismos genera varios discursos feministas. Uno es el que procede del interior del propio movimiento islamista; otro es el feminismo musulmán y, por último, hay un tercer discurso, el del feminismo laico. Existe entre ellos una diferencia básica: hay quienes piensan que las interpretaciones islámicas existentes, sin ninguna otra vía o medio de pensamiento, son suficientes para defender los derechos de la mujer y consolidados. Otros, propugnan un distanciamiento completo de los discursos islámicos, y otros tratan de encontrar una vía intermedia. Este artículo explica la incidencia de estos discursos entre las feministas en Egipto y propone, para una comprensión más cabal de los mismos, la necesidad de buscar nuevos parámetros de análisis postmodemos.
"El mundo árabe está a punto de desaparecer. Esto no es una profecía. Es una intuición femenina, y Dios, que fe sabe todo, sabe que la intuición femenina rara vez se equivoca. Va a desaparecer por la sencilla razón de que todos, con los fundamentalistas a la cabeza, quieren el cambio. El hecho de que propongan avanzar yendo hacia atrás no altera el hecho de que quieren ardiente-mente el cambio. Hay un deseo muy fuerte en este rincón del mundo de ir a otra parte, de emigrar colectivamente a otro presente". (Fatima Mernissi)
Los sentimientos de Fátima Mernissi reflejan los de muchas personas en el mundo árabe. Sus múltiples identidades (como intelectual árabe feminista musulmana, familiarizada con numerosos aspectos de la cultura occidental) le permiten tener diversas posiciones ventajosas e ideas que comunica con eficacia. Si el mundo árabe está a punto de acabarse o no se puede debatir, pero lo que es cierto de sus palabras -o más bien de su intuición- es que son realmente los fundamentalistas quienes están a la cabeza de los trastornos sociales y políticos de las sociedades árabes. Y, lo que aún es más significativo: distintas formas del islam/politico o islamismo están teniendo repercusiones en muchos rincones del mundo.
Desde EE.UU. hasta la antigua URSS, los islamismos, en el sentido de ideales políticos que dan forma a nuevas identidades emergentes, constituyen una de las tendencias más recientes de esta nueva sociedad civil global. Los discursos islamistas encuentran eco a menudo (aunque un eco distorsionado) en la mayoría de los medios de comunicación internacionales. De hecho, el islamismo es el nuevo fenómeno global de moda que está atrayendo, y sin duda lo seguirá haciendo, la atención internacional de analistas "expertos" en todo tipo de ámbitos: desde el militar hasta el terrorista, desde el lingüístico al teológico y al antropológico.
La observación de Mernissi es válida en tanto que expone una de las últimas realidades y consecuencias del predominio de los discursos islamistas en la sociedad civil árabe. Esta realidad es que tales discursos, con su infinita diversidad y atractivo variable, se han convertido en factores determinantes en la creación y el desarrollo de unos discursos que compiten entre sí. En otras palabras: las ideas y las acciones islamistas están estableciendo directa e indirectamente el tono de gran parte de las agendas de su oposición. Y esto es especialmente cierto en el caso de las feministas egipcias, pese a que disponen de una rica herencia cultural e histórica que se remonta a más de cien años.
En este artículo trato de ilustrar, teniendo en mente el postmodemismo, que la multiplicidad de islamismos genera, a su vez, una multiplicidad de respuestas feministas, que se analizarán y explicarán en términos de tres discursos feministas principales:
· el que procede del interior del propio movimiento islamista (feminismo islamista); · el feminismo musulmán; · el feminismo alico, o polo opuesto del islamismo.
Antecedentes y grandes narraciones islamistas
Al-Azmeh describe sucintamente la condición de los islamismos contemporáneos afirmando que:
La situación implica claramente una especie de irredentismo social, que se articula en términos de oposición a un orden ateo (ya que es imposible la religión sin una relación antitética) por lo que se considera a sí mismo una minoría cultural, si bien una "mayoría" social".
Algo en lo que los islamistas egipcios coinciden (y a la vez discrepan) abiertamente y en secreto es en su diversidad. Todos tienen en común el hecho de que el islam como religión y el islam como forma de gobierno (Din wa Dawla) es una misma cosa. Esta es una distinción importante que los separa de otros intelectuales religiosos y laicos, que pueden preconizar fervientemente los principios religiosos en su vida personal, pero que carecen de ambiciones políticas. De ahí mi insistencia en distinguir a los segundos -los fundamentalistas- de los primeros. Los islamistas, como su propio nombre indica, tienen agendas políticas específicamente destinadas a islamizar la sociedad y el Estado. Pero el islamismo como ideología política tiene en su seno muchas ramas distintas de pensamiento; aunque a veces coincidan en la necesidad de alcanzar una sociedad y un Estado islámicos bajo los auspicios de la sharia (ley) islámica, su comprensión de estos conceptos, así como los métodos que propugnan, difieren ampliamente.
Utilizaré algunas de las descripciones de Rosenau de los nuevos movimientos políticos postmodemistas para caracterizar a los islamistas egipcios. Rosenau identifica a los "postmodernistas afirmativos" en un movimiento que subraya las actividades de la base, y en el que muchos de sus miembros son activistas y adalides políticos. Los integrantes de estos movimientos son deliberadamente heterogéneos, sin distinción de categorías sociales como las de clase. Además, otra característica de los grupos islamistas es que les preocupa menos el éxito de una estrategia calculada» que el llevar a nabo una práctica política.
Hay islamistas que propugnan el proceso gradual y a largo plazo de educar a la sociedad en los que consideran auténticos valores islámicos. El proceso de educación ha de comenzar desde la base y continuar durante varios años hasta que el propio pueblo pida y se proponga activamente instaurar un gobierno islámico. Mientras tanto estos islamistas trabajan activamente dentro de las instituciones del Estado existentes para movilizar a los cuadros y organizar una basa de apoyo. Al mismo tiempo, crean y coordinan diversos servicios sociales que proporcionan alternativas efectivas a los servicios gubernamentales existentes. Los defensores de esta ideología son considerados generalmente moderado¿ dentro de la corriente islamista, y su principal representación es la Hermandad Musulmana.
En cambio, hay otros islamistas cuyas ideas principales son rechazar tanto el Estado existente con todas sus instituciones como la sociedad, debido al alcance de su abandono e ignorancia del islam correcto. Por lo que a ellos respecta, esta sociedad vive una forma idéntica a la jahiliyya (ignorancia) preislámica y no tiene ninguna esperanza de redención. Por tanto, su táctica incluye apartarse completamente del Estado y de la sociedad y crear su propia sociedad alternativa, con sus propias reglas y normas. A estos islamistas se les conoce como extremistas y poco se sabe de ellos -si es que se sabe algo- desde comienzos de la década de 1980.
La adopción extremista de la violencia como medio legitimo para lograr sus fines no les dio entonces mucho apoyo popular, y este sigue siendo el caso aun hoy, cuando esta minoría de grupos que rechazan el Estado o la sociedad o ambos y legitiman el uso de la violencia, tienen un apoyo popular mínimo.
Los llamados moderados son la forma de islamismo más habitual dentro de la sociedad civil egipcia, y sus defensoras han obtenido muchos cargos dentro los de sindicatos, que son tradicionalmente los portavoces de la democracia en Egipto. La Hermandad Musulmana, de hecho, se ha alineado con el Partido Laborista, logrando es la sanción oficial para sus actividades, además de une plataforma con la que entrar en el Parlamento y convertirse en una fuerza visible y audible en la escena política. No es inusual, cuando se habla de los islamistas en Egipto, referirse a estos actores políticos en concreto. Desde que la Hermandad entró de forma masiva en el Partido Laboralista antes de las elecciones parlamentarias de 1987, y obtuvo un gran número de escaños, el discurso del partido se ha islamiza-do cada vez más.
Esta islamización de los discursos políticos ha tenido lugar también en el gobernante Partido Democrático Nacional y en los demás partidos importantes. Una consecuencia de ello es la gradual islamización de los discursos también dentro de la sociedad civil en general, lo que ha provocado una atmósfera en la que cualquier forma de participación política ha de estar da una forma u otra islámicamente legitimada.
En lo que respecta a la participación política do la mujer, la Hermandad Musulmana se jacta de tener numerosas mujeres entra sus filas. Aunque la. propia Hermandad no es en modo alguno homogénea, las diferencias de opinión entre los mayores grupos de moderados son más significativas. Una de las cuestiones en las que discrepan se refiere al alcance del vestido do la mujer y de su participación en la vida pública. Por ejemplo, hay quienes argumentan que la mujer no debe tener la "necesidad" de trabajar fuera del hogar, con independencia de las circunstancias.
Por otra parte, hay otros moderados que propugnan que la mujer pueda ocupar altos cargos en la vida pública salvo el "cargo máximo" o la jefatura del Estado.
Dentro de este escenario en el que, sobra todo, son los islamistas quienes determinan el tono político, están las cuestiones relativas al marco más general de los derechos de la mujer. A este respecto, hay que señalar que la mayoría de los moderados consideran el feminismo un ideal occidental importado que
"en el trato de la mujer y en la determinación de su condición social, así como en el desprecio a su modestia y castidad, se rechaza totalmente en los aspectos en los que este ideal se basa en una filosofía permisiva que contradice los principios, enseñanzas y valores de la Sharia". The Muslim Brotherhood. P. 44
Activistas feministas, feminismos e islamismos
Hay diferentes formas de feminismo y diferentes expresiones del activismo que propugna, que se corresponden al tipo de opresión que la mujer percibe en diferentes partes del mundo. Así pues, hay feminismos diferentes, que tienen puntos de partida y comprensiones (acerca de los motivos que subyacen en la opresión de la mujer) diferentes. Por tanto, suele coincidirse en una conceptualización post-moderna del feminismo que propugne un punto de vista teórico "en armonía con la especificidad cultural de diferentes sociedades y periodos y con grupos diferentes dentro de esas sociedades y periodos".
Otras características importantes de esta teorización feminista postmoderna son su no-esencialismo, su no-universalismo, su pragmatismo e incluso su falibilidad. Pero lo más importante es que, en su renuncia de una epistemología feminista única, crea espacio para la práctica política feminista contemporánea, que antes se habrá considerado heterodoxa.
El feminismo se entiende y define aquí como una conciencia individual o colectiva de que la mujer ha estado y sigue estando oprimida por su género, y que trata de obtener su liberación de esta opresión y desarrollar una sociedad más igualdad en 18 que mejoren las relaciones entre hombre y mujer.
En el contexto del feminismo egipcio, desde su gestación, a finales del siglo XIX, todos los llamamientos realizados en favor de los derechos de la mujer se hicieron a través de asociaciones que unían sus discursos y actividades al nacionalismo y a temas nacionalistas. Durante las luchas nacionalistas, la mujer argumentaba que la dominación patriarcal era igual que la dominación imperialista, y que no podría haber una auténtica liberación del país sin la liberación de la mujer. Además, desde el nacimiento del feminismo en el conjunto del mundo árabe, nunca hubo un solo llamamiento en favor de la liberación de la mujer que no se fijara dentro de un discurso islámico. Hasta las feministas comunistas que surgieron y trabajaron a principios de la década de 1950 Iegitimaron y explicaron sus ideas sobre la liberación de la mujer en términos islámicos.
Pese a ello, sin embargo, se suscitaron cuestiones sobre su autenticidad cultural. Ello se debía al hecho de que la lengua que utilizaron las primeras feministas (como la Unión Feminista Egipcia en Egipto, por ejemplo) era mayoritariamente el francés. El feminismo se consideraba, por tanto, y especialmente por sus enemigos, algo extranjero y occidental, estigma que ha permanecido, por desgracia, hasta la actualidad. Ciertas personas etiquetan inmediatamente cualquier discusión sobre los derechos de la mujer y, especialmente, sobre la igualdad de sexos, de occidental, ajeno y, por tanto, intrínsecamente malo porque contradice o amenaza la autenticidad de la cultura islámica.
De hecho, lo que ocurría en las filas de las feministas a principios de la década de 1920 era un reflejo de los cismas que se estaban produciendo en el seno de la comunidad intelectual en general de la época. A saber, se estaba produciendo una especie de separación intelectual entre liberales, marxistas y laicos por una parte, e islamistas por otra.
La separación intelectual ha continuado en cierto sentido hasta la actualidad, en que una de las principales fuentes de división dentro de los grupos de mujeres se basa aún en hasta qué punto el islam (o sus interpretaciones) forma un credo motivador. Por tanto, hay quienes piensan que las interpretaciones islámicas existentes per se, sin ninguna otra vía o medio de pensamiento, son suficientes para defender los derechos de la mujer y consolidarlos. Otros, en cambio, propugnan un distanciamiento completo de los discursos islámicos, y otros aún tratan de encontrar una vía intermedia.
Las feministas Islamistas
Algunas islamistas -aunque no todas- son conscientes de hecho de una opresión particular de la mujer y tratan activamente de rectificar esta opresión recurriendo a los principios islámicos. En su opinión, la mujer está oprimida precisamente porque trata de ser igual al hombre y, por tanto, se la sitúa en entornos no naturales y situaciones injustas que la denigran y le despojan de su integridad y dignidad como mujer Por ejemplo, la mujer se ve obligada a salir a competir en el mercado laboral, lo que significa que puede entrar en contacto con los hombres (como en el transporte público) de una forma humillante e impropia.
En otras palabras, para las feministas islámicas, son las exigencias de una ideología occidental y culturalmente no auténtica, que se hacen a expensas de las enseñanzas islámicas, las que oprimen a la mujer. Por lo que a ellas respecta, un feminismo occidental monolítico, que hace hincapié en la igualdad total de sexos, sólo tiene como consecuencia que la mujer trata de ser "sobrehumana" y, en ese proceso, pierde gran parte de su esfuerzo y respetabilidad. "No es realista que la mujer espere que los padres sean madres para sus hijos", dice una de ellas.
"La mujer tiene una inclinación natural hacia la maternidad. Eso no significa tampoco que las madres tengan que ejercer el papel de padres. Los niños necesitan lo que ambos padres pueden proporcionar, precisamente porque padre y madre son fundamentales en su crianza. Tanto hombres como mujeres tienen obligaciones a este respecto. La opresión de la mujer se superará en cuanto la mujer deje de competir con el hombre ya que el orden natural de las cosas está en la compatibilidad y no en la competición". Entrevista personal-junio 93.
Sin embargo, las propias islamistas huirán del término feministas, cuando no lo critican con vehemencia como término occidental Además, muchas de ellas, cuando se les pregunta directamente al respecto, son reacias a distinguir entre la opresión de la mujer y la opresión social en su conjunto. Sostienen que lo que le ocurre a la mujer es parte de un proceso social en el que están ausentes unos principios islámicos correctos o, en el mejor de los casos, éstos son mal aplicados por un régimen estatal corrupto y moralmente insolvente. Aun así, ven su misión como una "jihad estructural" -jiyad significa una guerra santa moral y a veces física- encaminada a un "cambio hacia una mayor islamización" que, a su vez, se da a través de la "participación activa en todas las esferas de la vida".
Así pues, esto no es meramente un llamamiento para que la mujer se quede en casa. Por el contrario, es un "llamamiento a las armas", dirigido a reforzar y dar credibilidad a los papeles tradicionales de la mujer (como madre y esposa), con un matiz feminista islamista que da a la mujer una sensación de valor y santidad de propósito en estos papeles, y también, una sensación de confianza en que no son menos que el hombre, sino igualmente importantes en formas diferentes.
Muchas activistas islamistas argumentan que los derechos que da a la mujer el islam no son los mismos derechos que piden las feministas occidentales. Dicen, por ejemplo, que toda la cuestión de la independencia económica de la mujer es irracional y contraviene muchos dictados básicos del islam. En opinión de algunas de las islamistas entrevistadas, el hombre es el sostén de la familia y la mujer tiene otras funciones que desempeñar, como el instinto muy básico de la maternidad. También argumentan que, al pedir la independencia económica para la mujer, se subvierte su naturaleza básica, lo que produce una sociedad confusa y caótica.
Las feministas islámicas perciben que este tipo de pensamiento es una continuación de la influencia del mal y una modernización occidental no auténtica. El objetivo último de este discurso es, en palabras de una de ellas, "la erosión y supresión de nuestro legado islámico y convertimos en clones no pensantes de Occidente".
Para la mujer islámica que quiere los derechos de la mujer, todo lo que la mujer necesita existe en el Corán. La sharia (ley) islámica dispone ampliamente los derechos de la mujer y le da dignidad, amor propio y el respeto de los que la rodean, así como todo lo necesario para su comodidad material y espiritual.
Esto podrá dar la impresión de que la vida pública pertenece al hombre y la privada a la mujer. Sin embargo, las realidades de las activistas islamistas ilustran claramente que lo público es tanto de la mujer como del hombre, pues ¿no trabajan ellas mismas en la vida pública? La única condición es que la mujer cumpla sus obligaciones con sus deberes primarios como esposa y madre, antes de implicarse en compromisos públicos. Una vez que ya lo están, sostienen las islamistas, han de hacerlo en la "forma y con la vestimenta adecuadas" para mantener y exigir su dignidad y respeto.
Discursos laicos y discursos musulmanes
Otros grupos de mujeres argumentan que estas ideas son atrasadas, carentes de realismo y amenazan todo lo que han conseguido las mujeres con los años. Para estas mujeres, estos discursos considerados peligrosos emanan no solo de los grupos islamistas, sino también, y de forma creciente, del Estado. La única forma de contrarrestarlos en su opinión, es utilizar un discurso feminista laico (es decir, uno que esté totalmente fuera de la esfera de los discursos islámicos, e incluso desprovisto de toda dependencia del islam).
Quienes proponen esta particular rama del feminismo integran la Asociación de la Mujer Nueva (NWA), con sede en El Cairo, e integrada sobre todo por mujeres de clase media de entro 30 y 40 años.
El punto de referencia de este discurso feminista se basa en el discurso de los derechos humanos y en los tratados internacionales de derechos humanos de los que es Estado parte Egipto (por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos). Un substrato de estos grupos trata de hacer que el Estado respete las normas de derechos humanos consagradas en la Constitución egipcia y las garantías que establecen las leyes y normas administrativas vigentes en el país. En palabras de una de estas activistas:
"El ataque contra los derechos feministas sólo puede contrarrestarse con un discurso feminista y no con uno islámico. Creemos que los derechos de la mujer forman parte de los derechos humanos y que la lucha por ellos sólo deberá realizarse en el seno de un discurso laico". Entrevista con la Sra. A. Seif al Dawla. El Cairo Junio 93
Cabe argumentar que este es un discurso que tiene como fin apartarse del discurso modernista y, específicamente, del discurso modernista islámico. Al tratar de mantener fuera el islam, estas feministas son pioneras no sólo de un nuevo enfoque, sino que también están eliminando un vestigio del discurso modernista que había sido una característica dominante del movimiento feminista egipcio.
Queda por ver hasta qué punto tendrá éxito y se extenderá este tipo de discurso. Por el momento, el apoyo que recibe este feminismo sigue siendo tácito y dubitativo, lo que no es sorprendente si se tiene en cuenta la naturaleza más bien revolucionaria del discurso, especialmente dada la agitada influencia islamista.
Otro grupo de mujeres trata de ir por un camino ecléctico. Argumentando que los derechos que el islam otorga a la mujer deberían sentar la base de la cuestión femenina, y que tales derechos han de interpretarse en el contexto de las realidades y cuestiones modernas, estos grupos tratan de armonizar y buscar los puntos en común entre las interpretaciones islámicas y los principios de derechos humanos, manteniendo que no son excluyentes entre si. Muchas de ellas estarán orgullosas de ser consideradas feministas, o al menos no tienen problemas con el término, en tanto en cuanto describe sus principales objetivos. En palabras de Tahani EI-Gebédi, destacada abogada y feminista musulmana:
"No veo ninguna contradicción entre el feminismo y los derechos que el islam concede a la mujer. Una parte de nuestra tarea es asegurar que el islam no es lo que los islamistas dicen que es. Hemos de ofrecer una interpretación alternativa, moderna e ilustrada de la sharia que dé adecuadamente a la mujer sus derechos".
Por lo que a estas mujeres respecta, un feminismo que no se justifique dentro del islam está condenado al rechazo del resto de la sociedad y es, por tanto, contraproducente. Además, las feministas musulmanas consideran que tratar de separar los discursos islámicos de los discursos modernos actuales (se les acuse o no de ser occidentales) sólo puede producir una grave fragmentación dentro de la sociedad y, por tanto, es una opción falta de realismo. Esta separación, argumentan muchas, logra impedir un proceso de iluminación mutua, entre los dos discursos, y de hecho, corre el riesgo de convertir el discurso islámico en un discurso más alienante y patriarcal, y esfera única de los islamistas.
Ambigüedades, contradicciones y semejanzas
Las feministas musulmanas consideran la cuestión del velo, por ejemplo, como algo que ha de basarse en la elección y convicción de la mujer. Las feministas islamistas, en cambio, consideran el velo una obligación religiosa indiscutible y, lo que es aún más importante, un símbolo de la profundidad de la convicción religiosa y de la solidaridad con otras mujeres musulmanas, cuando no islamistas. Para las islamistas, el velo es algo imprescindible y sin él, a sus ojos, la mujer no ha hecho ese compromiso esencial con un ideal concreto de autenticidad de la identidad. En resumen, no hay mujeres islamistas sin velo.
Tanto las feministas islámicas como las musulmanas argumentan en favor de una forma de ijtihad -interpretación independiente basada en las exigencias modernas-, y muchos islamistas coinciden con las feministas islamistas en el sentido de que la mujer es de hecho capaz de asumir tareas que impliquen la interpretación de la jurisprudencia islámica y que la lleven al liderazgo social y político. En tal dirección, ambos grupos de feministas están en contra de las formaciones y jerarquías religiosas patriarcales existentes y de sus interpretaciones, y ambos emplean herramientas muy similares de análisis y argumentación. Es decir, ambos grupos de feministas estudian exhaustivamente, analizan y citan les textos islámicos tradicionales para validar y justificar sus argumentos.
Sin embargo, aunque ambos discursos asumen unas formas establecidas de pensamiento, hay una importante diferencia en su posición política. A saber, las feministas islámicas forman parte de un movimiento político al que, en su conjunto, interesa y trata activamente de captar su apoyo en la búsqueda última de la toma del poder del Estado y de la legislación.
En su intento de combinar el apoyo de sus agrupaciones organizadas y no organizadas, los islamistas, es decir, los moderados, no pueden permitirse el lujo de perder el respaldo político, social y económico de estas mujeres, que forman la espina dorsal de estos movimientos islamistas. En lo que respecta a sus intentos de movilizar a la mujer en favor de su causa, en muchos aspectos recuerdan a los nacionalistas de la primera época. El resultado final de esto es que, por el momento, los intentos de recortar las funciones públicas de estas mujeres por parte de los islamistas varones no son manifiestas.
Las feministas musulmanas, por su parte, son más proclives a formar parte de grupos de mujeres más típicos y, como tales, carecen del respaldo y el poder político de que gozan las islamistas. Además, al igual que las feministas laicas, no hay ningún apoyo a estos grupos por parte del Estado. Por el contrario, la función a menudo ambigua del Estado y su falta de una posición definida sólo complica más las cosas para las activistas musulmanas y laicas.
Por otra parte, dado que muchas de las feministas musulmanas tratan de hacer conciliar los discursos del islam con los derechos humanos, éstas se enfrentan a las mismas acusaciones de falta de autenticidad cultural que otros defensores de discursos laicos modernistas, lo que puede convertirse en una desventaja política cuando se enfrenta al discurso islamista, cada vez más dominante, y a otros que propugnan el concepto de asala (autenticidad) "a expensas de una apreciación de las realidades coyunturales e históricas".
Aunque las feministas laicas reclaman, en teoría, la necesidad de mantener al menos un diálogo con las mujeres islamistas, en la práctica están totalmente en desacuerdo con sus puntos de vista y sus enseñanzas. No resulta sorprendente que las feministas laicas no identifiquen a sus colegas islamistas como nada, ni aun remotamente, feminista. A su vez, como defensoras de un discurso modernista laico, no tienen la estima de los islamistas, y cualquier acuerdo estratégico, no digamos ideológico, del tipo que sea (por ejemplo, acordar no estar de acuerdo) entre ellas es un anatema total para todas las partes implicadas. En realidad, y por decido categóricamente, son enemigas políticas.
La necesidad de nuevos paradigmas
Se puede caracterizar el reto básico de la ciencia social árabe en la década de 1980 como la búsqueda de un nuevo paradigma después de la caía del antiguo. Este es un proceso muy complicado que hay que comprender objetivamente a través de la adopción de un enfoque global en el que se estudie lo particular a la luz del conjunto".
La observación de Yassin al Sayed es válida especialmente a la vista de los movimientos que incluyen islamismo y feminismo, que son, con mucha frecuencia, retratados negativamente y poco entendidos. El reto del que habla Yassin no es sólo presentarse ante la ciencia social árabe sino también ante la occidental, especialmente ante la que trata de analizar y representar a la mujer en el mundo musulmán.
Mervat Hatem, al hablar de los discursos feministas actuales en el mundo árabe, afirma que la ausencia de un discurso feminista independiente es un reflejo de la crisis a la que se enfrentan las sociedades árabes.
Sin embargo, cae en la trampa de ver sólo un discurso modernista que compite con otro islamista en ascenso, ignorando así la existencia y el potencial del discurso feminista musulmán, que es un discurso independiente. Lo que el feminismo musulmán pretende es una habilitación de la mujer basada en una relectura del islam y una reinterpretación de los textos tradicionales. Como tales, las feministas musulmanas argumentan siguiendolas mismas líneas postmodemas/postestructuralistas que ciertos especialistas árabes, especialmente Muharnmad ’Abed AI-Jabi-ri, Abdelkebir Khatibi y Muhammad Arkoun, que se apoyan en Foucault y Derrida para argumentar la necesidad de una nueva relectura de la historia y de los textos religiosos. Dicha relectura se basa en las culturas y especificidades de los diferentes contextos árabes.
Por otro lado, la acción política postmoderna está encaminada por lo general a suscitar aspiraciones, elevar conciencias, explorar las políticas de la identidad y abrir oportunidades para los marginales.
Quizá sólo a este respecto, tanto islamistas como feministas pueden considerarse en gran parte actores postmodernos. Sin embargo, los islamistas, con sus agendas políticas específicas, contradicen la expectativa modernista de que tendrían "menos relación con el Estado porque no tienen ningún deseo de "tomar el Poder".
Esta descripción es aplicable en cambio a las feministas, que sí tratan de tener presencia en niveles de barrio, locales, regionales y comunitarios como los nuevos espacios para la acción política. Los islamistas, sin embargo, gracias a sus éxitos electorales en los colegios profesionales, están ya ocupando posiciones de poder, mientras que a las feministas laicas y musulmanes les queda, en comparación, aún un largo camino por andar. Hoy día se escucha con frecuencia el argumento de que las teorías generalizadas ignoran las especificidades de la "subordinación femenina musulmana".
Resulta irónico que las mismas personas que hacen este tipo de afirmaciones sean también las que piden nuevos paradigmas. En otras palabras, piden nuevos paradigmas para estudiar lo mismo. Lo que aquí se señala es que las grandes teorías Ignoran de hecho las especifidades y estas no se refieren tan sólo y siempre a las de la subordinación, la opresión y similares. Al pedir únicamente nuevos medios para estudiar los aspectos negativos de diferentes culturas, estamos cayendo en la vieja trampa de perpetuar estas imágenes negativas de la mujer musulmana.
El hecho es que muy rara vez se oyen peticionas de nuevos marcos con los que analizar las especifidades de las estrategias habilitadoras para estas mujeres. Además, las cuestiones que hay que plantear son cómo actúan las diferentes mujeres implicadas en los procesos de reestructuración política y social de sus propias sociedades, cómo ve cada una de ellas el nuevo fenómeno y como perciben sus funciones en ellas.
Lo que también hay que tener en cuenta a la hora de buscar nuevos paradigmas es la importancia de reapropiarse de ciertos conceptos -por ejemplo, el de habilitación- pero para imbuirlos de significados derivados de las especificidades e historicidades descritas. Aquí adelanto que lo que problemático; en la teoría social, de describir al "otro" no son tanto los conceptos empleados per se, sino la universalidad de los significados y supuestos irlherentes en tales conceptos. Y es precisamente la universalización de los significados inherentes lo que hay que cuestionarse, y reformular el paradigma sobra esa base.
Los diferentes discursos feministas indican una gran diversidad de enfoques y opiniones sobre las cuestiones femeninas. Su multiplicidad de verdades puede entenderse mejor y apreciarse, de hecho, cuando se mira a través de las lentes postmodernas. Yo las he expuesto intencionadamente con el fin de iluminar precisamente esta diversidad de realidades. Al hacerlo así, he tratado de subrayar que la pluralidad de las voces y la multiplicidad de significados e interpretaciones pueden formar los principales contornos de los nuevos paradigmas necesarios para comprender las complejidades del fenómeno global.
Biografía:
Fátima Mernissi
(Fez, 1940) Escritora marroquí, una de las voces más relevantes de la intelectualidad del mundo árabe y una autoridad mundial en estudios coránicos. Fátima Mernissi nació en 1940 en un harén de Fez. Pertenecía a una familia acomodada, dueña de grandes extensiones de tierra y fiel a las tradiciones. La pequeña Fátima creció en un mundo de niños y mujeres cuya frontera vigilaba celosamente un portero llamado Ahmed.
La infancia de Mernissi son recuerdos de un patio cuadrado rodeado de columnas de mármol y azulejos y con una fuente en el centro. Cuatro enormes salones se abrían a este espacio: el de su familia, el de la abuela paterna, el de sus tíos y sus siete primos y, por último, la sala donde los hombres comían, escuchaban las noticias en la radio, cerraban negocios y jugaban a las cartas. En el piso superior habitaban las tías divorciadas y viudas con sus hijos. Todas las ventanas se abrían al patio. Ninguna daba a la calle.
En esta amplia vivienda cerrada al exterior no había eunucos ni esclavos ni bellas mujeres reclinadas voluptuosamente: el harén imperial otomano que ha llegado a Occidente a través de la pintura y las películas desapareció en 1909. En su lugar quedó el harén doméstico como el que Fátima Mernissi vivió en su infancia y describió más tarde en Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén (1994), su única obra narrativa y una de las más aclamadas por la crítica internacional. Hija y nieta de mujeres analfabetas, Fátima Mernissi habló sólo árabe hasta los veinte años. Decidida a traspasar, entre otras, la barrera del idioma, no sólo aprendió varias lenguas sino que casi nunca ha escrito en la propia. Hasta la guerra del golfo Pérsico, en 1991, escribió en francés. Desde entonces, con un sentido pragmático, lo hace en inglés.
Mernissi se licenció en ciencias políticas en Marruecos y prosiguió sus estudios con una beca en la Universidad de la Sorbona, en París. Más tarde, obtuvo el doctorado en sociología en la Universidad de Brandeis (Estados Unidos) y, de vuelta a su país, pasó a ejercer de profesora en la Universidad de Mohamed V de Rabat y se dedicó a la investigación en el Centre Universitaire de la Recherche Scientifique de la capital marroquí. También en esa ciudad dirigía un Taller de Escritura.
Defensora de los derechos de la mujer
Al regresar a Marruecos en los años setenta tras haber completado sus estudios en el extranjero, Mernissi se dio cuenta de que, más que convertirse en experta en su trabajo, lo que necesitaba primero era defender sus derechos a estar plenamente en ese trabajo, y para ello tuvo que volver a revisar los textos coránicos.
Tras un minucioso estudio de las diferentes versiones del Corán, Mernissi lanzó su más célebre afirmación: el profeta Mahoma había sido un hombre feminista y muy progresista para su época, y no fue él, sino otros hombres, quienes empezaron a considerar a las mujeres como personas de segunda clase. Escribió El harén político con estas teorías, enfureció al régimen y el libro se convirtió en el único libro prohibido en Marruecos (todavía hoy), aunque en otros países musulmanes, como en Siria, obtuvo gran éxito.
El velo y la elite masculina, publicado en 1987, fue otro de sus estudios censurados en Marruecos y en algunos países musulmanes. La socióloga marroquí fue también una de las primeras en decir públicamente que la educación de la mujer en los países en vías de desarrollo es el mejor anticonceptivo existente.
Suyo es uno de los primeros estudios realizados a principios de los años ochenta en el que se demostraba científicamente la correlación entre la alfabetización de la mujer y el índice de la natalidad. En Marruecos, por ejemplo, y tal como ella misma explica en su libro Marruecos a través de sus mujeres, de cinco hijos en las mujeres no alfabetizadas se pasa a dos en las alfabetizadas. Sus investigaciones en este sentido han sido de gran utilidad para las comisiones especializadas de las Naciones Unidas.
En otro de sus libros traducidos en España, El poder olvidado. Las mujeres ante un islam en cambio, recopiló una serie de artículos escritos en los años ochenta y principios de los noventa que intentaban responder, desde diferentes ángulos, a la pregunta que la obsesionaba por aquel entonces: ¿por qué los Estados árabes son tan hostiles a las mujeres? ¿Por qué no las pueden ver como fuerza motriz del progreso? «No comprendí el misterio de la hostilidad estatal hacia la mujer -afirmó en una ocasión- hasta que estalló la guerra del golfo Pérsico. Fue entonces cuando se vio claramente que no se trataba de una guerra contra la feminidad sino de una guerra contra la democracia.»
Luchadora infatigable
Mernissi compagina sus múltiples actividades en Marruecos con su trabajo como escritora y las incontables invitaciones que recibe de todo el mundo para dar conferencias y presentar sus libros (toda su extensa obra ha sido traducida a varios idiomas y muchos de sus títulos son textos obligatorios en el ámbito universitario).
(Fez, 1940) Escritora marroquí, una de las voces más relevantes de la intelectualidad del mundo árabe y una autoridad mundial en estudios coránicos. Fátima Mernissi nació en 1940 en un harén de Fez. Pertenecía a una familia acomodada, dueña de grandes extensiones de tierra y fiel a las tradiciones. La pequeña Fátima creció en un mundo de niños y mujeres cuya frontera vigilaba celosamente un portero llamado Ahmed.
La infancia de Mernissi son recuerdos de un patio cuadrado rodeado de columnas de mármol y azulejos y con una fuente en el centro. Cuatro enormes salones se abrían a este espacio: el de su familia, el de la abuela paterna, el de sus tíos y sus siete primos y, por último, la sala donde los hombres comían, escuchaban las noticias en la radio, cerraban negocios y jugaban a las cartas. En el piso superior habitaban las tías divorciadas y viudas con sus hijos. Todas las ventanas se abrían al patio. Ninguna daba a la calle.
En esta amplia vivienda cerrada al exterior no había eunucos ni esclavos ni bellas mujeres reclinadas voluptuosamente: el harén imperial otomano que ha llegado a Occidente a través de la pintura y las películas desapareció en 1909. En su lugar quedó el harén doméstico como el que Fátima Mernissi vivió en su infancia y describió más tarde en Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén (1994), su única obra narrativa y una de las más aclamadas por la crítica internacional. Hija y nieta de mujeres analfabetas, Fátima Mernissi habló sólo árabe hasta los veinte años. Decidida a traspasar, entre otras, la barrera del idioma, no sólo aprendió varias lenguas sino que casi nunca ha escrito en la propia. Hasta la guerra del golfo Pérsico, en 1991, escribió en francés. Desde entonces, con un sentido pragmático, lo hace en inglés.
Mernissi se licenció en ciencias políticas en Marruecos y prosiguió sus estudios con una beca en la Universidad de la Sorbona, en París. Más tarde, obtuvo el doctorado en sociología en la Universidad de Brandeis (Estados Unidos) y, de vuelta a su país, pasó a ejercer de profesora en la Universidad de Mohamed V de Rabat y se dedicó a la investigación en el Centre Universitaire de la Recherche Scientifique de la capital marroquí. También en esa ciudad dirigía un Taller de Escritura.
Defensora de los derechos de la mujer
Al regresar a Marruecos en los años setenta tras haber completado sus estudios en el extranjero, Mernissi se dio cuenta de que, más que convertirse en experta en su trabajo, lo que necesitaba primero era defender sus derechos a estar plenamente en ese trabajo, y para ello tuvo que volver a revisar los textos coránicos.
Tras un minucioso estudio de las diferentes versiones del Corán, Mernissi lanzó su más célebre afirmación: el profeta Mahoma había sido un hombre feminista y muy progresista para su época, y no fue él, sino otros hombres, quienes empezaron a considerar a las mujeres como personas de segunda clase. Escribió El harén político con estas teorías, enfureció al régimen y el libro se convirtió en el único libro prohibido en Marruecos (todavía hoy), aunque en otros países musulmanes, como en Siria, obtuvo gran éxito.
El velo y la elite masculina, publicado en 1987, fue otro de sus estudios censurados en Marruecos y en algunos países musulmanes. La socióloga marroquí fue también una de las primeras en decir públicamente que la educación de la mujer en los países en vías de desarrollo es el mejor anticonceptivo existente.
Suyo es uno de los primeros estudios realizados a principios de los años ochenta en el que se demostraba científicamente la correlación entre la alfabetización de la mujer y el índice de la natalidad. En Marruecos, por ejemplo, y tal como ella misma explica en su libro Marruecos a través de sus mujeres, de cinco hijos en las mujeres no alfabetizadas se pasa a dos en las alfabetizadas. Sus investigaciones en este sentido han sido de gran utilidad para las comisiones especializadas de las Naciones Unidas.
En otro de sus libros traducidos en España, El poder olvidado. Las mujeres ante un islam en cambio, recopiló una serie de artículos escritos en los años ochenta y principios de los noventa que intentaban responder, desde diferentes ángulos, a la pregunta que la obsesionaba por aquel entonces: ¿por qué los Estados árabes son tan hostiles a las mujeres? ¿Por qué no las pueden ver como fuerza motriz del progreso? «No comprendí el misterio de la hostilidad estatal hacia la mujer -afirmó en una ocasión- hasta que estalló la guerra del golfo Pérsico. Fue entonces cuando se vio claramente que no se trataba de una guerra contra la feminidad sino de una guerra contra la democracia.»
Luchadora infatigable
Mernissi compagina sus múltiples actividades en Marruecos con su trabajo como escritora y las incontables invitaciones que recibe de todo el mundo para dar conferencias y presentar sus libros (toda su extensa obra ha sido traducida a varios idiomas y muchos de sus títulos son textos obligatorios en el ámbito universitario).
lunes, 5 de enero de 2009
Entrevista con Elisabeth Badinter : "El hombre no es un enemigo a batir"
«El hombre no es un enemigo a batir»
Entrevista con Elisabeth Badinter
Elisabeth Badinter (1944) es catedrática de Filosofía en la Escuela Politécnica de París y discípula de Simone de Beauvoir. Es conocida por sus trabajos sobre el siglo XVIII, en especial en relación con la historia de las mujeres, y por ser una de las principales estudiosas del movimiento feminista. En esta entrevista habla de su último libro, Fausse route, Odile Jacob, 2003 (editado por Alianza Editorial en 2004 con el título Por mal camino). La entrevista fue realizada por Jacqueline Remy, para L'Express, el 24 de abril de 2003 y publicada en castellano en papel en la revista Página Abierta, nº 140, septiembre de 2003. Esta edición digital en la Biblioweb de sinDominio se publica con el permiso expreso de Página Abierta.
En opinión de Elisabeth Badinter, hacer como si nada hubiese cambiado en las relaciones entre los sexos es ficticio y contraproducente.
- Este título, Por mal camino, ¿es más bien un balance o una advertencia?
- Las dos cosas. Desde finales de los ochenta y comienzos de los noventa, el feminismo va a la deriva de un modo que me sorprende.
Cegado por sus buenos sentimientos -algunos dirían por su «conformismo»- está resucitando los viejos estereotipos prefeministas más trasnochados. La imagen de la mujer del siglo XXI oscila entre el niño impotente y la reina madre: es una mujer aterrorizada y que, al parecer, tiene toda la razón para estarlo, una mujer golpeada y maltratada por el hombre, una mujer-niña irresponsable, una mujer que no sabe decir «no» y que necesita protección.
Por otra parte, para justificar el acceso de la paridad a la Constitución, algunas no han vacilado en volver a colocar en el lugar de honor a la mujer-madre. Todo esto se ajusta tan poco a los objetivos que yo deseaba para las mujeres, que no he podido por menos que decir: ¡ya basta!
- ¿Qué imagen de la mujer querrías defender tú?
- Libertad, igualdad, fraternidad. Se trata de un feminismo republicano. La libertad es lo contrario de la penalización. Igualdad, lo contrario de la «paridad». Fraternidad, lo contrario de división. Es preciso luchar para lograr la igualdad con los hombres, pero, por supuesto, no contra ellos.
- Por este libro te van a acusar de traicionar la causa de las mujeres. ¿Te consideras todavía feminista?
- Me siento extraña a la ideología de este nuevo feminismo. Todas tenemos, unas y otras, los mismos objetivos de la igualdad de sexos; sin embargo, discrepamos radicalmente acerca de los medios que hay que emplear para lograrlo.
Si yo no fuera feminista no me preocuparía ni lo más mínimo por esto, que me parece un peligro para nuestra causa común.
- ¿No ha caducado el tiempo de las conquistas feministas?
- No, desde luego, cuando dos tercios del planeta relegan a las mujeres a una condición indigna. Tampoco cuando en nuestros propios extrarradios las chicas pasan «pegadas a las paredes» para no exponerse a los insultos de los muchachos; no pueden vivir libremente su sexualidad o son víctimas de matrimonios concertados. Para millones de mujeres, la igualdad de sexos es todavía una esperanza lejana. ¡No hay ninguna razón para bajar los brazos!
- Denuncias el «victimismo» de las asociaciones feministas. ¿No están retomando la tradición de las quejas femeninas?
- Esta posición de víctima se aproxima, por primera vez, a la de heroína. Las víctimas siempre tienen razón. Aun más, tienen derecho al respeto. Así es como hoy se atrae la simpatía y la conmiseración. No es casual que una de las más célebres feministas radicales norteamericanas, Andrea Dworkin, hable de la población femenina como «supervivientes». Sin duda alguna, cuando las feministas se movilizan en ayuda de las víctimas de la violencia objetiva, están haciendo lo que deben. Sin embargo, cuando extienden el concepto de violencia masculina a todo y a cualquier cosa, cuando trazan un continuum de la violencia que va desde la violación al acoso verbal, moral, visual..., pasando por la pornografía y la prostitución, entonces cualquier mujer un poco paranoica puede declararse víctima -real o potencial- de los hombres en general.
Es alucinante observar cómo en el momento en el que las mujeres están a punto de lograr una revolución enorme, el discurso feminista actúa como si se tratase de falsos avances, como si no hubiera ninguna diferencia entre las condiciones femeninas hoy, ayer y en cualquier lugar del mundo. Se está poniendo globalmente en cuestión a la otra parte de la humanidad -«todos los hombres son unos cabrones»-. Es un intento de instaurar la separación de sexos.
Tomemos como ejemplo la modificación del texto de la ley sobre el acoso sexual, que debe empezar a aplicarse en el año 2005. Este texto me parece monstruoso: se está pasando de sancionar un chantaje sexual realizado por un superior, es decir, de un abuso de poder, a la penalización de no se sabe muy bien qué: ¡una atención sexual no deseada! Con cada ley se construyen barreras un poco más elevadas entre los sexos.
No obstante, aquí hay un auténtico reto: ¿cómo hacer avanzar la igualdad entre los sexos sin amenazar las relaciones de mujeres y hombres? Yo no estoy segura de que éste sea el objetivo de todas las feministas. Puede ser, incluso, el contrario.
- Vas demasiado lejos. Dices que hay engaño intelectual. El discurso feminista se apoyaría sobre cifras infladas artificialmente y en argumentos a menudo tergiversados.
- Para justificar leyes tan protectoras, es imprescindible demostrar que las mujeres son constantemente víctimas de los hombres. Hay un malentendido que se está extendiendo en Francia y en toda Europa acerca de las violencias de que serían víctimas las mujeres, y esto no es inocente. ¿Es legítimo sumar violencias, lesiones y presiones psicológicas como si se tratase en todos los casos de una misma violencia?
Cuando todos los medios de comunicación repiten que el 10% de las francesas son objeto de violencias conyugales, sin más precisiones, el público y algunos periodistas traducen inmediatamente: el 10% de las francesas son mujeres maltratadas. Lo cual es falso. Leyendo la encuesta que se halla en el origen de este «índice global de violencias conyugales», un 2,5% de mujeres son objeto de agresiones físicas, un 0,9% serían víctimas de violaciones conyugales y otras prácticas sexuales impuestas, mientras que un 37% se considera víctima de presiones psicológicas. ¿Por qué se silencian siempre estas precisiones tan necesarias? Y ¿por qué esta cifra del 10% se convierte en un 12% o un 14% al hilo de artículos y emisiones consagradas a este tema, si no es porque, conscientemente o no, se obtiene de ello un beneficio un poco perverso?
Hay una especie de alegría, de escalada, en la explotación de las estadísticas: un 10% de mujeres víctimas significaría un 10% de hombres violentos. ¡Aquí tenemos un signo claro de la dominación masculina!
- Tú sugieres que las mujeres también pueden ejercer violencias contra el otro sexo.
- Yo me sublevo contra las representaciones generalizadoras: «todas víctimas», que remite a «todos verdugos». Es verdad que hay muchas más mujeres que son víctimas de los hombres que al revés. Pero también hay verdugos-mujeres y arpías de todo género. En uno y otro caso son minorías que competen a la patología social o psicológica, y no a la realidad de los dos sexos.
- ¿Se está atacando, en realidad, a la «esencia» del hombre?
- Se actúa como si nada hubiera cambiado, como si no hubiera ninguna diferencia entre la situación de las mujeres orientales y las occidentales.
Hay una complacencia en la idea de que el hombre es en todas partes un opresor, un tirano, incapaz de evolucionar. Encuentro esta generalización falaz y contraproducente. La lucha contra los abusos masculinos será más eficaz cuando las feministas se alejen de sus fantasmas para acercarse más a la verdad.
- Denuncias la tendencia de las nuevas feministas a erigirse en censoras. Les reprochas que defienden el orden moral, mientras que, en los años setenta, sus madres lo vilipendiaban, cantando los beneficios de la contraconcepción y el amor libre.
- Pero no es el mismo orden moral. En 1970, las chicas luchaban por «gozar sin trabas». En el año 2000, las asociaciones feministas militan por una «sexualidad sana y gozosa», que supone nuevas prohibiciones, un modelo de sexualidad «decente» que niega las peculiaridades masculinas y al que los hombres deberían someterse. En nombre de la «dignidad femenina», habría que castigar la prostitución, la pornografía e incluso los avances sexuales no deseados, etc. Se razona por analogía. Se dice: «la violación es un atentado a la integridad». Si se considera que ver una imagen pornográfica es un atentado a la integridad, entonces hay que concluir que es una especie de violación. Todo lo que es violencia simple se reconduce a lo peor: la violación, de la que las feministas dicen que es más grave que un asesinato.
- ¿No es necesario proteger la imagen de las mujeres, y su sexo?
- ¿La desigualdad entre los sexos no se ilustra sobre toda esta compulsión de cada una de ellas a tratar al otro como un objeto? ¿Dónde comienza y dónde termina la imagen degradante de una mujer o de un hombre? Yo tengo más confianza en el público que en las censuras autodesignadas para decidir qué es lo aceptable, a pesar de los riesgos de patinazo.
En cuanto a la prostitución, no soy una militante, y soy la primera en decir que no es un oficio como los demás. Pero no hay que mezclar la prostitución ejercida libremente y la prostitución forzada, bajo la férula de un proxeneta.
- Opinas que estas nuevas reivindicaciones «moralizantes» se dirigen a demonizar al hombre. Pero ¿no es cierto que las feministas de todos los tiempos han cedido a esta tentación?
- No. Hay que distinguir entre feminismo radical y feminismo liberal. Para unas, minoritarias, el hombre es el enemigo, con el que no se puede negociar. Para las otras, se trata de aparentar que se negocia, pero imponiéndoles (a los hombres) la ley. Por fin, para otras, entre las que me cuento, el objetivo de la igualdad entre los sexos debe perseguirse con el concurso de los hombres. Se trata de hacerles ser conscientes de una situación injustificable moralmente que exige un cambio por su parte. El proceso es largo, porque implica una evolución de la mentalidad masculina, pero es el único posible. Sin esto, estamos ante la guerra de sexos que nadie quiere. El hombre no es un enemigo a batir.
- Pero a los ojos del nuevo feminismo es intrínsecamente «el otro», el que funda sus reivindicaciones sobre la teorización de las diferencias entre los sexos. De donde procede el recurso a la discriminación positiva, por ejemplo, la ley sobre «paridad».
- Ese feminismo cree que lo que nos distingue es más fuerte que lo que nos une, mientras que yo pienso lo contrario.
El diferencialismo y el comunitarismo venidos del otro lado de Atlántico harán siempre muchos adeptos en Francia (y en toda Europa), en tanto que el sistema republicano y universalista parece bloqueado.
¿Por qué hay tan pocas mujeres en los Parlamentos; pero también, ¿por qué tan pocos obreros, tan pocos franceses de segunda generación, etc.?
La solución consiste no tanto en cambiar de sistema como en desbloquear el nuestro, que ha terminado por hacer pensar en una discriminación negativa.
La paridad, que ha instaurado el «uno a uno», ha venido a poner fin a un concepto relevante de la ciudadanía. Todavía más, a partir de ahora queda consagrado en la Constitución que hombre y mujer son dos entidades diferentes, con distintas naturalezas, distintos valores y distintos intereses. Es la proclamación de una especie de separatismo: lo contrario de la igualdad. Se es seleccionado, en primer lugar, en función de la condición sexual. Por mi parte, encuentro esto humillante. Pero muchos han creído que el fin justificaba los medios: para que haya más mujeres en los Parlamentos, podemos volver la espalda a nuestros principios morales y políticos. ¡Es un gigantesco paso atrás!
- Pero, ¿por qué ha calado tan hondamente esta idea de la «paridad»?
- No es tanto una concepción del feminismo, que la ha llevado a la opinión pública, como la novedad de la palabra «paridad» -mucho más accesible que el clásico concepto de igualdad-. La paridad remite a la idea de par, de pareja mixta, más evidente que esa otra idea abstracta de neutralidad ciudadana.
El eslogan «Un hombre, una mujer» parece ilustrar el concepto de humanidad, sin que haya una verdadera preocupación por sus implicaciones políticas y filosóficas.
En una época en la que la imagen domina, en la que todo el mundo no tiene en la boca más que la palabra «concreto», y en la que la «abstracción» es blanco de todas las desconfianzas, no es extraño que los que apelan a esta última tengan perdida la partida.
- ¿Por qué los hombres, que son los primeros perjudicados por esta ideología separatista y esta visión caricaturesca de la masculinidad, no protestan?
- Están contagiados por el pensamiento feminista «bienpensante», y se mueren de miedo ante la idea de pasar por «machos», es decir, por cabrones reaccionarios. En el momento del debate sobre la paridad, cualquiera que manifestase su discrepancia era «fusilado» por los grandes diarios de izquierda, Le Monde y Libération. Hay que tener poco o nada que perder para afrontar estos ultrajes.
- Este «diferencialismo» que denuncias ¿está avanzando?
- Sí, porque el modo de pensar comunitarista se extiende día a día frente a la inercia republicana. Desde hace más de 10 años, la República ha doblado varias veces la rodilla ante el «diferencialismo». Por temor a ser acusada de intolerancia o de etnocentrismo, la República, según los casos, ha dejado hacer (así, el asunto del velo en las escuelas); combatido débilmente (por ejemplo, la ablación de clítoris o la poligamia de los recién llegados); o, en el peor de los casos, ha oficializado situaciones como la diferenciación entre los sexos consagrada en la Constitución.
Así, hoy en día, estamos viendo aumentar la fuerza del «diferencialismo» religioso, que no sólo es fuente de conflictos entre las comunidades, sino que utiliza cínicamente el «diferencialismo» sexual para volverle contra las mujeres. ¡Estupendo resultado!
- ¿Y tú cómo explicas la pobreza teórica del nuevo feminismo francés?
- Por la razón evidente de que ya no hay teoría filosófica que oriente la acción. Ahora se glorifica el pragmatismo, se actúa golpe a golpe. La gran quiebra es, una vez más, el asunto de la paridad. Numerosas feministas universitarias que se consideraban universalistas se han guardado la bandera en el bolsillo para adherirse a lo que les parecía deseable desde el punto de vista práctico, pero que es injustificable desde la óptica de los principios filosóficos. Desde entonces, únicamente el feminismo «diferencialista» se hace oír, aunque se presente casi siempre enmascarado.
- Afirmas que el feminismo de moda restablece las «virtudes femeninas» de antaño. Sin embargo, nunca antes tan gran proporción de mujeres ha trabajado, ha tenido responsabilidades...
- Es cierto, las mujeres han avanzado mucho desde la publicación de El segundo sexo. Esto no impide que, por primera vez desde los años sesenta, la diferencia de salarios entre hombres y mujeres se incrementase ligeramente el año pasado; que el número de madres con dos o tres hijos que trabajan haya retrocedido; que el trabajo a tiempo parcial sea una cuestión de mujeres; que la lactancia materna se haya convertido más en un deber que en una elección; que el mito del instinto maternal haya tomado nuevo vigor. La dura crisis económica de los años noventa no ha pasado en balde.
Y sin embargo, las feministas no se han movilizado masivamente contra todo esto. Y con razón: las «diferencialistas» han forzado la mano sobre su concepción de la mujer-madre, y las demás se han «suicidado». Algunas voces aisladas han roto el silencio, pero sin poder llegar a encabezar una movilización eficaz.
- ¿Francia está particularmente extraviada en materia de feminismo? En tu opinión, ¿qué país está haciendo un buen trabajo?
- Actualmente, el feminismo «francés» está inmerso en el feminismo europeo que, por su parte, está influenciado por el feminismo americano, victimista y puritano. Ha sido nada menos que el Parlamento Europeo -lugar privilegiado del lobby feminista- el que ha votado esta nueva ley sobre el acoso sexual, que se define como sigue: «Un comportamiento no deseado, verbal, no verbal o físico con connotaciones sexuales, que persigue atentar contra la dignidad de la persona, creando una situación intimidatoria, hostil, degradante, humillante u ofensiva». Releyendo este texto, siento que el feminismo francés está muerto...Mañana será la prostitución, pasado mañana la pornografía.
No nos engañemos, éste es el espíritu del feminismo radical americano que estamos importando.
- ¿Tiene todavía el feminismo peleas que afrontar?
- Sí, una batalla clave de la que depende todo el resto: el reparto de las cargas familiares y domésticas. Es un combate largo y difícil, porque no depende de la ley, sino de las mentalidades y la vida privada. Y para llevar adelante esta lucha no hay que remitirse a la prosa «diferencialista».
- ¿Tú crees realmente en la intercambiabilidad de los papeles?
- Actualmente, la bisexualidad psíquica se ha convertido en una evidencia. En función de su educación y de su historia, cada uno o cada una presenta una mezcla muy personal de feminidad y masculinidad, que le inclina a desempeñar tal papel más bien que tal otro. El gran cambio en relación con el pasado es que esta elección es individual y no el resultado de los dictados sociales. En todo caso, queda prohibido hablar de intercambiabilidad de papeles como un modelo obligatorio.
- ¿Qué te gustaría decirle a tu hija pequeña?
- Lo mismo que a mi hijo pequeño: el hombre es el mejor amigo de la mujer a condición de que tanto uno como otra aprendan a hacerse respetar.
Bibliografía de Elisabeth Badinter
Obras editadas en España:
¿Existe el amor maternal?: Pomaire (1981).
¿Existe el amor maternal?: historia del amor maternal (s. XVIII-XX): Ediciones Paidós Ibérica (1992).
¿Existe el instinto maternal?: Ediciones Paidós Ibérica (1981).
El uno es el otro, una tesis revolucionaria: Editorial Planeta (1987).
XY: la identidad masculina: Alianza Editorial (1993) y Círculo de Lectores (1994).
Por mal camino, Alianza Editorial (2004).
Otras obras en francés:
L'amour en plus.
L'un est l'autre. Des relations entre hommes et femmes.
Paroles d'hommes (1790-1793).
Fausse route. Reflexions sur 30 années de feminisme.
Emilie. Emilie ou l'ambition feminine au XVIIIè siècle.
Le XXè siècle des femmes.
Les passions intellectuelles.
Le piege de la parité.
Discours sur le bonheur.
volver al índice de la Biblioweb
Fuente : http://biblioweb.sindominio.net/pensamiento/elisabeth_badinter.html
Entrevista con Elisabeth Badinter
Elisabeth Badinter (1944) es catedrática de Filosofía en la Escuela Politécnica de París y discípula de Simone de Beauvoir. Es conocida por sus trabajos sobre el siglo XVIII, en especial en relación con la historia de las mujeres, y por ser una de las principales estudiosas del movimiento feminista. En esta entrevista habla de su último libro, Fausse route, Odile Jacob, 2003 (editado por Alianza Editorial en 2004 con el título Por mal camino). La entrevista fue realizada por Jacqueline Remy, para L'Express, el 24 de abril de 2003 y publicada en castellano en papel en la revista Página Abierta, nº 140, septiembre de 2003. Esta edición digital en la Biblioweb de sinDominio se publica con el permiso expreso de Página Abierta.
En opinión de Elisabeth Badinter, hacer como si nada hubiese cambiado en las relaciones entre los sexos es ficticio y contraproducente.
- Este título, Por mal camino, ¿es más bien un balance o una advertencia?
- Las dos cosas. Desde finales de los ochenta y comienzos de los noventa, el feminismo va a la deriva de un modo que me sorprende.
Cegado por sus buenos sentimientos -algunos dirían por su «conformismo»- está resucitando los viejos estereotipos prefeministas más trasnochados. La imagen de la mujer del siglo XXI oscila entre el niño impotente y la reina madre: es una mujer aterrorizada y que, al parecer, tiene toda la razón para estarlo, una mujer golpeada y maltratada por el hombre, una mujer-niña irresponsable, una mujer que no sabe decir «no» y que necesita protección.
Por otra parte, para justificar el acceso de la paridad a la Constitución, algunas no han vacilado en volver a colocar en el lugar de honor a la mujer-madre. Todo esto se ajusta tan poco a los objetivos que yo deseaba para las mujeres, que no he podido por menos que decir: ¡ya basta!
- ¿Qué imagen de la mujer querrías defender tú?
- Libertad, igualdad, fraternidad. Se trata de un feminismo republicano. La libertad es lo contrario de la penalización. Igualdad, lo contrario de la «paridad». Fraternidad, lo contrario de división. Es preciso luchar para lograr la igualdad con los hombres, pero, por supuesto, no contra ellos.
- Por este libro te van a acusar de traicionar la causa de las mujeres. ¿Te consideras todavía feminista?
- Me siento extraña a la ideología de este nuevo feminismo. Todas tenemos, unas y otras, los mismos objetivos de la igualdad de sexos; sin embargo, discrepamos radicalmente acerca de los medios que hay que emplear para lograrlo.
Si yo no fuera feminista no me preocuparía ni lo más mínimo por esto, que me parece un peligro para nuestra causa común.
- ¿No ha caducado el tiempo de las conquistas feministas?
- No, desde luego, cuando dos tercios del planeta relegan a las mujeres a una condición indigna. Tampoco cuando en nuestros propios extrarradios las chicas pasan «pegadas a las paredes» para no exponerse a los insultos de los muchachos; no pueden vivir libremente su sexualidad o son víctimas de matrimonios concertados. Para millones de mujeres, la igualdad de sexos es todavía una esperanza lejana. ¡No hay ninguna razón para bajar los brazos!
- Denuncias el «victimismo» de las asociaciones feministas. ¿No están retomando la tradición de las quejas femeninas?
- Esta posición de víctima se aproxima, por primera vez, a la de heroína. Las víctimas siempre tienen razón. Aun más, tienen derecho al respeto. Así es como hoy se atrae la simpatía y la conmiseración. No es casual que una de las más célebres feministas radicales norteamericanas, Andrea Dworkin, hable de la población femenina como «supervivientes». Sin duda alguna, cuando las feministas se movilizan en ayuda de las víctimas de la violencia objetiva, están haciendo lo que deben. Sin embargo, cuando extienden el concepto de violencia masculina a todo y a cualquier cosa, cuando trazan un continuum de la violencia que va desde la violación al acoso verbal, moral, visual..., pasando por la pornografía y la prostitución, entonces cualquier mujer un poco paranoica puede declararse víctima -real o potencial- de los hombres en general.
Es alucinante observar cómo en el momento en el que las mujeres están a punto de lograr una revolución enorme, el discurso feminista actúa como si se tratase de falsos avances, como si no hubiera ninguna diferencia entre las condiciones femeninas hoy, ayer y en cualquier lugar del mundo. Se está poniendo globalmente en cuestión a la otra parte de la humanidad -«todos los hombres son unos cabrones»-. Es un intento de instaurar la separación de sexos.
Tomemos como ejemplo la modificación del texto de la ley sobre el acoso sexual, que debe empezar a aplicarse en el año 2005. Este texto me parece monstruoso: se está pasando de sancionar un chantaje sexual realizado por un superior, es decir, de un abuso de poder, a la penalización de no se sabe muy bien qué: ¡una atención sexual no deseada! Con cada ley se construyen barreras un poco más elevadas entre los sexos.
No obstante, aquí hay un auténtico reto: ¿cómo hacer avanzar la igualdad entre los sexos sin amenazar las relaciones de mujeres y hombres? Yo no estoy segura de que éste sea el objetivo de todas las feministas. Puede ser, incluso, el contrario.
- Vas demasiado lejos. Dices que hay engaño intelectual. El discurso feminista se apoyaría sobre cifras infladas artificialmente y en argumentos a menudo tergiversados.
- Para justificar leyes tan protectoras, es imprescindible demostrar que las mujeres son constantemente víctimas de los hombres. Hay un malentendido que se está extendiendo en Francia y en toda Europa acerca de las violencias de que serían víctimas las mujeres, y esto no es inocente. ¿Es legítimo sumar violencias, lesiones y presiones psicológicas como si se tratase en todos los casos de una misma violencia?
Cuando todos los medios de comunicación repiten que el 10% de las francesas son objeto de violencias conyugales, sin más precisiones, el público y algunos periodistas traducen inmediatamente: el 10% de las francesas son mujeres maltratadas. Lo cual es falso. Leyendo la encuesta que se halla en el origen de este «índice global de violencias conyugales», un 2,5% de mujeres son objeto de agresiones físicas, un 0,9% serían víctimas de violaciones conyugales y otras prácticas sexuales impuestas, mientras que un 37% se considera víctima de presiones psicológicas. ¿Por qué se silencian siempre estas precisiones tan necesarias? Y ¿por qué esta cifra del 10% se convierte en un 12% o un 14% al hilo de artículos y emisiones consagradas a este tema, si no es porque, conscientemente o no, se obtiene de ello un beneficio un poco perverso?
Hay una especie de alegría, de escalada, en la explotación de las estadísticas: un 10% de mujeres víctimas significaría un 10% de hombres violentos. ¡Aquí tenemos un signo claro de la dominación masculina!
- Tú sugieres que las mujeres también pueden ejercer violencias contra el otro sexo.
- Yo me sublevo contra las representaciones generalizadoras: «todas víctimas», que remite a «todos verdugos». Es verdad que hay muchas más mujeres que son víctimas de los hombres que al revés. Pero también hay verdugos-mujeres y arpías de todo género. En uno y otro caso son minorías que competen a la patología social o psicológica, y no a la realidad de los dos sexos.
- ¿Se está atacando, en realidad, a la «esencia» del hombre?
- Se actúa como si nada hubiera cambiado, como si no hubiera ninguna diferencia entre la situación de las mujeres orientales y las occidentales.
Hay una complacencia en la idea de que el hombre es en todas partes un opresor, un tirano, incapaz de evolucionar. Encuentro esta generalización falaz y contraproducente. La lucha contra los abusos masculinos será más eficaz cuando las feministas se alejen de sus fantasmas para acercarse más a la verdad.
- Denuncias la tendencia de las nuevas feministas a erigirse en censoras. Les reprochas que defienden el orden moral, mientras que, en los años setenta, sus madres lo vilipendiaban, cantando los beneficios de la contraconcepción y el amor libre.
- Pero no es el mismo orden moral. En 1970, las chicas luchaban por «gozar sin trabas». En el año 2000, las asociaciones feministas militan por una «sexualidad sana y gozosa», que supone nuevas prohibiciones, un modelo de sexualidad «decente» que niega las peculiaridades masculinas y al que los hombres deberían someterse. En nombre de la «dignidad femenina», habría que castigar la prostitución, la pornografía e incluso los avances sexuales no deseados, etc. Se razona por analogía. Se dice: «la violación es un atentado a la integridad». Si se considera que ver una imagen pornográfica es un atentado a la integridad, entonces hay que concluir que es una especie de violación. Todo lo que es violencia simple se reconduce a lo peor: la violación, de la que las feministas dicen que es más grave que un asesinato.
- ¿No es necesario proteger la imagen de las mujeres, y su sexo?
- ¿La desigualdad entre los sexos no se ilustra sobre toda esta compulsión de cada una de ellas a tratar al otro como un objeto? ¿Dónde comienza y dónde termina la imagen degradante de una mujer o de un hombre? Yo tengo más confianza en el público que en las censuras autodesignadas para decidir qué es lo aceptable, a pesar de los riesgos de patinazo.
En cuanto a la prostitución, no soy una militante, y soy la primera en decir que no es un oficio como los demás. Pero no hay que mezclar la prostitución ejercida libremente y la prostitución forzada, bajo la férula de un proxeneta.
- Opinas que estas nuevas reivindicaciones «moralizantes» se dirigen a demonizar al hombre. Pero ¿no es cierto que las feministas de todos los tiempos han cedido a esta tentación?
- No. Hay que distinguir entre feminismo radical y feminismo liberal. Para unas, minoritarias, el hombre es el enemigo, con el que no se puede negociar. Para las otras, se trata de aparentar que se negocia, pero imponiéndoles (a los hombres) la ley. Por fin, para otras, entre las que me cuento, el objetivo de la igualdad entre los sexos debe perseguirse con el concurso de los hombres. Se trata de hacerles ser conscientes de una situación injustificable moralmente que exige un cambio por su parte. El proceso es largo, porque implica una evolución de la mentalidad masculina, pero es el único posible. Sin esto, estamos ante la guerra de sexos que nadie quiere. El hombre no es un enemigo a batir.
- Pero a los ojos del nuevo feminismo es intrínsecamente «el otro», el que funda sus reivindicaciones sobre la teorización de las diferencias entre los sexos. De donde procede el recurso a la discriminación positiva, por ejemplo, la ley sobre «paridad».
- Ese feminismo cree que lo que nos distingue es más fuerte que lo que nos une, mientras que yo pienso lo contrario.
El diferencialismo y el comunitarismo venidos del otro lado de Atlántico harán siempre muchos adeptos en Francia (y en toda Europa), en tanto que el sistema republicano y universalista parece bloqueado.
¿Por qué hay tan pocas mujeres en los Parlamentos; pero también, ¿por qué tan pocos obreros, tan pocos franceses de segunda generación, etc.?
La solución consiste no tanto en cambiar de sistema como en desbloquear el nuestro, que ha terminado por hacer pensar en una discriminación negativa.
La paridad, que ha instaurado el «uno a uno», ha venido a poner fin a un concepto relevante de la ciudadanía. Todavía más, a partir de ahora queda consagrado en la Constitución que hombre y mujer son dos entidades diferentes, con distintas naturalezas, distintos valores y distintos intereses. Es la proclamación de una especie de separatismo: lo contrario de la igualdad. Se es seleccionado, en primer lugar, en función de la condición sexual. Por mi parte, encuentro esto humillante. Pero muchos han creído que el fin justificaba los medios: para que haya más mujeres en los Parlamentos, podemos volver la espalda a nuestros principios morales y políticos. ¡Es un gigantesco paso atrás!
- Pero, ¿por qué ha calado tan hondamente esta idea de la «paridad»?
- No es tanto una concepción del feminismo, que la ha llevado a la opinión pública, como la novedad de la palabra «paridad» -mucho más accesible que el clásico concepto de igualdad-. La paridad remite a la idea de par, de pareja mixta, más evidente que esa otra idea abstracta de neutralidad ciudadana.
El eslogan «Un hombre, una mujer» parece ilustrar el concepto de humanidad, sin que haya una verdadera preocupación por sus implicaciones políticas y filosóficas.
En una época en la que la imagen domina, en la que todo el mundo no tiene en la boca más que la palabra «concreto», y en la que la «abstracción» es blanco de todas las desconfianzas, no es extraño que los que apelan a esta última tengan perdida la partida.
- ¿Por qué los hombres, que son los primeros perjudicados por esta ideología separatista y esta visión caricaturesca de la masculinidad, no protestan?
- Están contagiados por el pensamiento feminista «bienpensante», y se mueren de miedo ante la idea de pasar por «machos», es decir, por cabrones reaccionarios. En el momento del debate sobre la paridad, cualquiera que manifestase su discrepancia era «fusilado» por los grandes diarios de izquierda, Le Monde y Libération. Hay que tener poco o nada que perder para afrontar estos ultrajes.
- Este «diferencialismo» que denuncias ¿está avanzando?
- Sí, porque el modo de pensar comunitarista se extiende día a día frente a la inercia republicana. Desde hace más de 10 años, la República ha doblado varias veces la rodilla ante el «diferencialismo». Por temor a ser acusada de intolerancia o de etnocentrismo, la República, según los casos, ha dejado hacer (así, el asunto del velo en las escuelas); combatido débilmente (por ejemplo, la ablación de clítoris o la poligamia de los recién llegados); o, en el peor de los casos, ha oficializado situaciones como la diferenciación entre los sexos consagrada en la Constitución.
Así, hoy en día, estamos viendo aumentar la fuerza del «diferencialismo» religioso, que no sólo es fuente de conflictos entre las comunidades, sino que utiliza cínicamente el «diferencialismo» sexual para volverle contra las mujeres. ¡Estupendo resultado!
- ¿Y tú cómo explicas la pobreza teórica del nuevo feminismo francés?
- Por la razón evidente de que ya no hay teoría filosófica que oriente la acción. Ahora se glorifica el pragmatismo, se actúa golpe a golpe. La gran quiebra es, una vez más, el asunto de la paridad. Numerosas feministas universitarias que se consideraban universalistas se han guardado la bandera en el bolsillo para adherirse a lo que les parecía deseable desde el punto de vista práctico, pero que es injustificable desde la óptica de los principios filosóficos. Desde entonces, únicamente el feminismo «diferencialista» se hace oír, aunque se presente casi siempre enmascarado.
- Afirmas que el feminismo de moda restablece las «virtudes femeninas» de antaño. Sin embargo, nunca antes tan gran proporción de mujeres ha trabajado, ha tenido responsabilidades...
- Es cierto, las mujeres han avanzado mucho desde la publicación de El segundo sexo. Esto no impide que, por primera vez desde los años sesenta, la diferencia de salarios entre hombres y mujeres se incrementase ligeramente el año pasado; que el número de madres con dos o tres hijos que trabajan haya retrocedido; que el trabajo a tiempo parcial sea una cuestión de mujeres; que la lactancia materna se haya convertido más en un deber que en una elección; que el mito del instinto maternal haya tomado nuevo vigor. La dura crisis económica de los años noventa no ha pasado en balde.
Y sin embargo, las feministas no se han movilizado masivamente contra todo esto. Y con razón: las «diferencialistas» han forzado la mano sobre su concepción de la mujer-madre, y las demás se han «suicidado». Algunas voces aisladas han roto el silencio, pero sin poder llegar a encabezar una movilización eficaz.
- ¿Francia está particularmente extraviada en materia de feminismo? En tu opinión, ¿qué país está haciendo un buen trabajo?
- Actualmente, el feminismo «francés» está inmerso en el feminismo europeo que, por su parte, está influenciado por el feminismo americano, victimista y puritano. Ha sido nada menos que el Parlamento Europeo -lugar privilegiado del lobby feminista- el que ha votado esta nueva ley sobre el acoso sexual, que se define como sigue: «Un comportamiento no deseado, verbal, no verbal o físico con connotaciones sexuales, que persigue atentar contra la dignidad de la persona, creando una situación intimidatoria, hostil, degradante, humillante u ofensiva». Releyendo este texto, siento que el feminismo francés está muerto...Mañana será la prostitución, pasado mañana la pornografía.
No nos engañemos, éste es el espíritu del feminismo radical americano que estamos importando.
- ¿Tiene todavía el feminismo peleas que afrontar?
- Sí, una batalla clave de la que depende todo el resto: el reparto de las cargas familiares y domésticas. Es un combate largo y difícil, porque no depende de la ley, sino de las mentalidades y la vida privada. Y para llevar adelante esta lucha no hay que remitirse a la prosa «diferencialista».
- ¿Tú crees realmente en la intercambiabilidad de los papeles?
- Actualmente, la bisexualidad psíquica se ha convertido en una evidencia. En función de su educación y de su historia, cada uno o cada una presenta una mezcla muy personal de feminidad y masculinidad, que le inclina a desempeñar tal papel más bien que tal otro. El gran cambio en relación con el pasado es que esta elección es individual y no el resultado de los dictados sociales. En todo caso, queda prohibido hablar de intercambiabilidad de papeles como un modelo obligatorio.
- ¿Qué te gustaría decirle a tu hija pequeña?
- Lo mismo que a mi hijo pequeño: el hombre es el mejor amigo de la mujer a condición de que tanto uno como otra aprendan a hacerse respetar.
Bibliografía de Elisabeth Badinter
Obras editadas en España:
¿Existe el amor maternal?: Pomaire (1981).
¿Existe el amor maternal?: historia del amor maternal (s. XVIII-XX): Ediciones Paidós Ibérica (1992).
¿Existe el instinto maternal?: Ediciones Paidós Ibérica (1981).
El uno es el otro, una tesis revolucionaria: Editorial Planeta (1987).
XY: la identidad masculina: Alianza Editorial (1993) y Círculo de Lectores (1994).
Por mal camino, Alianza Editorial (2004).
Otras obras en francés:
L'amour en plus.
L'un est l'autre. Des relations entre hommes et femmes.
Paroles d'hommes (1790-1793).
Fausse route. Reflexions sur 30 années de feminisme.
Emilie. Emilie ou l'ambition feminine au XVIIIè siècle.
Le XXè siècle des femmes.
Les passions intellectuelles.
Le piege de la parité.
Discours sur le bonheur.
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Fuente : http://biblioweb.sindominio.net/pensamiento/elisabeth_badinter.html
Las nietas de Mayo del `68 redefinen el feminismo en Francia.
Mujeres. Son reformistas y quieren un movimiento mixto
Nietas del Mayo del 68 redefinen el feminismo
El feminismo recibió un duro golpe, afirman las mujeres francesas.
París AFP
Cuarenta años después de mayo del 68 y del Movimiento de Liberación Femenina, las "veteranas" de esas jornadas consideran que las jóvenes deben inventar una nueva forma de militar para "defender los logros" en peligro.
"El feminismo recibió un golpe fuerte, reconoce Nelly Martin, portavoz de la coordinación francesa de la Marcha mundial de las mujeres, organizadora de un manifestación prevista par a hoy sábado en París.
En vísperas de las elecciones municipales y cuando parte de los franceses está aún de vacaciones, las feministas no creen que se produzca un milagro y, como en años anteriores, el mitin estará lejos de ser multitudinario.
Si bien las razones para movilizarse no han desaparecido, el movimiento que nació en el rechazo al matrimonio, a la sexualidad impuesta y a la maternidad como destino ya no es capaz de provocar grandes manifestaciones, reconoce Monique Dental de la red feminista Ruptures.
"Hubo una generación que saltó, entre las veteranas y las jóvenes de 30 años (...) A ellas corresponde encontrar nuevas formas de militar, pues estamos perdiendo lo logrado", afirmó Nelly Martin.
"La nueva generación de feministas se distingue muy bien de las antiguas", según Françoise Picq, politóloga especialista de la historia del feminismo.
"Quieren que su movimiento tenga un carácter mixto y son reformistas, y tienen razón, pues el contexto ha cambiado", agregó.
Ahora no hay "un movimiento (feminista) afirmó, sino una dispersión de feministas en asociaciones con reivindicaciones particulares, en los sindicatos, los partidos y con divergencias profundas, como por ejemplo en relación al uso de velo islámico".
Entre las que quieren un movimiento de carácter mixto está Mix-cité, que reivindica su filiación con las feministas de 1968 y que fue fundado en 1997.
Se dio a conocer por su campaña contra la utilización de mujeres como maniquíes vivientes en una gran tienda de París.
"El combate feminista es también de los hombres", destacó Isabelle Cabat-Houssais, de 31 años, citando la lucha contra la violencia de género, por salarios iguales y por la repartición de las tareas domésticas.
"Reivindico el término de feminista, es una palabra bonita", dice esta militante, "aunque provoca miedo o es ridiculizado por los medios informativos".
Reconoce que le "hubiera gustado mucho vivir los movimientos de los años 70".
Había una solidaridad, el sentido de los colectivo; yo no he conocido grandes manifestaciones", agregó.
"Antes militábamos por nuestros derechos, luego por no perder nuestros derechos; es quizás menos atractivo", estimó.
A los 25 años, egresada de la universidad donde "esas historias de sexismo, de desigualdad" no le preocupaban, descubrió el tema en el mundo del trabajo.
"Estaba en un sindicato de artesanos de la construcción con servicios tapizados de afiches pornográficos, de bromas sexistas. En la calle era agredida por el sexismo ordinario. Me pregunté entonces en qué mundo estaba viviendo y tuve necesidad de militar", dijo.
La jornada del Día Internacional de la mujer del 8 de marzo es para ella, a la vez "un poco ridícula", pero también una "ventana hacia los medios informativos". Isabelle Cabat-Houssais, que es profesora, consiguió una jornada libre por semana para intervenir en las clases y formar a sus colegas en la igualdad entre hombres y mujeres: "Es una acción militante, la igualdad pasará por la educación".
Fuente : http://www.larepublica.com.uy/mundo/301930-nietas-del-mayo-del-68-redefinen-el-feminismo
Nietas del Mayo del 68 redefinen el feminismo
El feminismo recibió un duro golpe, afirman las mujeres francesas.
París AFP
Cuarenta años después de mayo del 68 y del Movimiento de Liberación Femenina, las "veteranas" de esas jornadas consideran que las jóvenes deben inventar una nueva forma de militar para "defender los logros" en peligro.
"El feminismo recibió un golpe fuerte, reconoce Nelly Martin, portavoz de la coordinación francesa de la Marcha mundial de las mujeres, organizadora de un manifestación prevista par a hoy sábado en París.
En vísperas de las elecciones municipales y cuando parte de los franceses está aún de vacaciones, las feministas no creen que se produzca un milagro y, como en años anteriores, el mitin estará lejos de ser multitudinario.
Si bien las razones para movilizarse no han desaparecido, el movimiento que nació en el rechazo al matrimonio, a la sexualidad impuesta y a la maternidad como destino ya no es capaz de provocar grandes manifestaciones, reconoce Monique Dental de la red feminista Ruptures.
"Hubo una generación que saltó, entre las veteranas y las jóvenes de 30 años (...) A ellas corresponde encontrar nuevas formas de militar, pues estamos perdiendo lo logrado", afirmó Nelly Martin.
"La nueva generación de feministas se distingue muy bien de las antiguas", según Françoise Picq, politóloga especialista de la historia del feminismo.
"Quieren que su movimiento tenga un carácter mixto y son reformistas, y tienen razón, pues el contexto ha cambiado", agregó.
Ahora no hay "un movimiento (feminista) afirmó, sino una dispersión de feministas en asociaciones con reivindicaciones particulares, en los sindicatos, los partidos y con divergencias profundas, como por ejemplo en relación al uso de velo islámico".
Entre las que quieren un movimiento de carácter mixto está Mix-cité, que reivindica su filiación con las feministas de 1968 y que fue fundado en 1997.
Se dio a conocer por su campaña contra la utilización de mujeres como maniquíes vivientes en una gran tienda de París.
"El combate feminista es también de los hombres", destacó Isabelle Cabat-Houssais, de 31 años, citando la lucha contra la violencia de género, por salarios iguales y por la repartición de las tareas domésticas.
"Reivindico el término de feminista, es una palabra bonita", dice esta militante, "aunque provoca miedo o es ridiculizado por los medios informativos".
Reconoce que le "hubiera gustado mucho vivir los movimientos de los años 70".
Había una solidaridad, el sentido de los colectivo; yo no he conocido grandes manifestaciones", agregó.
"Antes militábamos por nuestros derechos, luego por no perder nuestros derechos; es quizás menos atractivo", estimó.
A los 25 años, egresada de la universidad donde "esas historias de sexismo, de desigualdad" no le preocupaban, descubrió el tema en el mundo del trabajo.
"Estaba en un sindicato de artesanos de la construcción con servicios tapizados de afiches pornográficos, de bromas sexistas. En la calle era agredida por el sexismo ordinario. Me pregunté entonces en qué mundo estaba viviendo y tuve necesidad de militar", dijo.
La jornada del Día Internacional de la mujer del 8 de marzo es para ella, a la vez "un poco ridícula", pero también una "ventana hacia los medios informativos". Isabelle Cabat-Houssais, que es profesora, consiguió una jornada libre por semana para intervenir en las clases y formar a sus colegas en la igualdad entre hombres y mujeres: "Es una acción militante, la igualdad pasará por la educación".
Fuente : http://www.larepublica.com.uy/mundo/301930-nietas-del-mayo-del-68-redefinen-el-feminismo
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